1.877: La reina Victoria, emperatriz británica y de la India

En respuesta, Rusia apoyó directamente la “liberación” de los cristianos balcánicos, cuyo levantamiento había provocado una cruel represión, por lo que inició una guerra contra Turquía que duraría dos años. Esta propaganda por “liberar” a los nacionalismos sometidos al imperio otomano, mientras oprimía los territorios anexionados y a su propia ciudadanía, necesariamente tenía que producir efectos adversos en su propio interior. Así, en Rusia se formó la sociedad secreta “Tierra y libertad” (obsérvese la reiteración de tal consigna en los planteamientos revolucionarios mejicanos, el himno de Andalucía, y la semejanza con el grupo terrorista VYL, “Vascongadas Y Libertad”, en vascuence Euskadi Ta Askatasuna) de inspiración anarquista, que trataba de llegar a la revolución mediante el empleo del terrorismo. Se iniciaron los juicios contra los nihilistas, que sólo sirvieron para propagarlos y radicalizar los movimientos sociales, demostrando que en Rusia era imposible la libertad y expresión de pensamiento, que sólo se podía conseguir algún cambio mediante el empleo de la violencia. Y haciendo caer a la administración de justicia en incoherencias y contradicciones. Por si alguien tenía dudas de ello, se demostraba que Rusia no era un Estado de derecho. El fin de la desastrosa guerra contra Etiopía aumentó el descontento de la población egipcia y la ruina financiera del país. Isma’il pidió entonces la ayuda de sus acreedores para evitar la bancarrota. Gran Bretaña y Francia se aprestaron a ello, organizando la administración de las deudas y la Hacienda públicas egipcias, lo que denominaron dual control. Disraeli hizo proclamar a la reina Victoria como emperatriz de la India ¿Por qué podían ser emperadores Guillermo Iº y Napoleón Iº y IIIº y no su reina? Las distintas religiones, sectas, escuelas y tendencias habían entrado en competencia respecto del reformismo y nacionalismo, lo que produjo un efecto expansivo de tales visiones. Nauab Amir Alí Jan fundó en Calcuta la Asociación Nacional Mahometana. Sayyid Ajmed Jan Bajadur, tras un viaje a Inglaterra, había llegado a la convicción de que era preciso asimilar el pensamiento y cultura occidentales. Fundó el Anglo-Orient College, mahometano, en Aligarz, ciudad de la que tomó nombre su movimiento.

Saigo Takamori, samurai que había apoyado la recuperación del poder efectivo del emperador dirigiendo como Comandante en Jefe la coalición que derrotó al chogunado, y que formó parte del Gobierno provisional, se había destacado por oponerse a la apertura comercial a “occidente”, a imitar su estilo de Gobierno, y a construir ferrocarriles, defendiendo que su coste debía emplearse en fortalecer el ejército. Y no le faltaba razón, dado que las potencias occidentales se negaban a renegociar los Tratados desequilibrados, obtenidos por la fuerza. Quizás más necesaria fuese la ampliación y aumento del poder de su Marina de Guerra. Como Corea no había reconocía la legitimidad del nuevo imperio, y expulsó descortesmente a una legación diplomática y comercial japonesa, propuso su invasión. Se ofreció para provocar al Gobierno coreano, obligándolo a asesinarlo, lo que se consideraría justificación para la guerra. Sin embargo el Gobierno rechazó la propuesta, al comprender que su ejército no podría resistir la intervención de las potencias “occidentales”. A consecuencia de ello había dimitido de dicho Gobierno. Posteriormente los samurai dejaron de recibir sus remuneraciones en arroz, lo que produjo un encarecimiento del mismo y la pérdida de poder adquisitivo. De modo que se reunieron en Satsuma, en torno a él, más de 40.000 samurai descontentos. El Gobierno rechazó cualquier negociación, que hubiera supuesto dar nuevo poder a las clases aristocráticas, mostrar debilidad ante su extorsión, retornando a la anarquía, por lo que envió al ejército que, tras varios meses de lucha, en lo que se conoce como rebelión Satsuma, los reprimió sanguinariamente, haciendo uso de las ametralladoras. Es el hecho que se recoge en la película “El último samurai”. Se impuso la escolarización obligatoria para ambos sexos, lo que excedía en progresismo a muchos países occidentales. En la educación se mezclaba la ideología occidental con el sintoismo y el confucianismo. Se impulsó la especialización universitaria, especialmente en medicina. Se adoptó el sistema métrico decimal, se creó un Banco central, se modernizó la policía, la sanidad, la prensa, correos, policía y ferrocarriles. La transformación fue rápida y profunda, pasando de ser un Estado tradicionalista, feudal, agrario y xenófobo, a convertirse en una sociedad dinámica, industrial y occidentalizada.

En Estados Unidos, Charles Taze Rusell fundó los Testigos de Yejováj (hoy se considera errónea esta transliteración del hebreo arcaico YJVJ, prefiriéndose Yajvej, que constituye el intemporal “Yo soy”, “Yo fui” o “Yo seré”, que podría significar “El eterno”) asustando con la inminente segunda venida del Cristo (o sea, el prometido fin del mundo) que, a pesar de su constatable desacierto, sigue dándole seguidores. En 1.878, Sydney Gilchrist Thomas sustituyó el revestimiento refractario ácido (como la arcilla, por su contenido en sílice o alúmina) de los convertidores Bessemer por otro básico, como la dolomía, de modo que funcionaba de forma semejante a los grandes hornos Siemens-Martin, admitiendo mineral de alto contenido en fósforo, que ataca al revestimiento antes utilizado. Todos esos avances técnicos hicieron sumamente rentable la siderometalurgia, lo que de alguna forma estimuló las guerras europeas. Toda Europa estaba embarcada en un proceso de competencia imperialista. Entre las muchas explicaciones que se han propuesto para ello están la sobrevaloración que se hizo de su importancia, la concentración del poder económico o del capitalismo financiero (esta última de base más ideológica, conceptual) o la emulación de todos los procesos británicos, pretendiendo de ello obtener los mismos resultados, sin comprender que no hay una proporcionalidad respecto de la extensión dominada, que no es lo mismo conquistar reinos de alta evolución económica, agrícola y artesanal, que otros en estado salvaje, en los que fuese necesario ponerlo todo en explotación, ni disponer de un mercado mundial sin competencia, que cuando ya la hay. Se buscaba la autarquía económica, mediante la expoliación monopolística de las materias primas de las colonias, sin tener que pagar a las potencias competidoras por las que ellas disponían. Y, simultáneamente, secuestrar un espacio imperialista en el que colocar la propia producción, en régimen de monopolio. Es decir, era el retorno a la explotación colonial propia de los imperios ibéricos: el librecambismo entraba en entredicho, se constataba que sólo beneficiaba al imperio británico, mientras que éste se había engrandecido no respetando inicialmente tal relación mercantil. Así como la influencia de las visiones nacionalistas, que habían entrado en contradicción con el liberalismo inicial.

Se esperaba de todo ello la “inmunización de los contagios” de las crisis económicas internacionales, así como atender a las crecientes demandas de la explosión demográfica de los países imperialistas, atendiendo a los cálculos de Robert Malthus de que la población crecía en progresión geométrica, mientras que la tecnología de la producción alimentaria sólo permitía su incremento en progresión aritmética. El cierre de fronteras en Estados Unidos, que había promulgado leyes restringiendo la inmigración, potenció en Europa esta idea de temor a estallidos revolucionarios socialistas o anarquistas, ante el fin de la válvula de escape de presión que significaban las emigraciones. Surge con ello el mito de los “pueblos sin espacio vital”, que coadyuvará a la llegada del nazismo. La idea del nacionalismo, junto con la justificación del predominio de las clases superiores se acogió a la teoría de la evolución, interpretada y extendida a su antojo, en lo que se conoce como darwinismo político o social. Por él se entendía que los más torpes serían siempre pobres, y sólo los listos serían ricos y poderosos. Más tarde Pareto insistiría en lo mismo en su teoría de las élites, pero indicando que era preciso permitir un mínimo de movilidad social, de ascenso social por parte de los individuos más inteligentes de las clases desfavorecidas, pues éstos eran los que podían dirigir la revolución. Y en nuestros días los “chicos” de Chicago (Chicago boys) de Milton Friedman, el premio Nobel de economía y asesor económico de Pinochet, los “inventores” del ¿neo?liberalismo. La conclusión a la que llegaba el nazismo es que los menos adaptados, los marginados por la sociedad, debían morir. En esta lucha por la existencia colectiva los nacionalismos centrípetos interpretaban que sólo las naciones más poderosas y extensas engullirían a las demás. A lo que el “filósofo” Nietzsche añadiría que para triunfar era necesario una sólida voluntad de poder. Y también falta de escrúpulos, como ocurre con el desarrollo capitalista. El dominio sobre las áreas subdesarrolladas (“salvajes”) no sólo se justificaba por la superioridad técnica, sino que ésta, así como la económica, y se daba por supuesto que también la cultural, eran pruebas de la superioridad de la raza blanca sobre las de otros colores más intensos.

Resultaba así que el patrioterismo, el nacionalismo, el militarismo, con sus deseos de triunfos y subsiguiente promoción y ascensos, y el capitalismo, con su ambición de beneficios ilimitados, confluían en potenciar el imperialismo, infiltrándose, no sólo en todas las capas burguesas, que fueron abandonando el liberalismo, sino entre el proletariado más desclasado (el infraproletariado o lumpemproletariado) sentando las bases del futuro fascismo. Surge entonces lo que se denomina “imperialismo social”, por el que se pretendía integrar a los trabajadores descontentos mediante éxitos expansionistas. Todo lo cual llevaba a exacerbar la competencia, en la perspectiva de la derrota del contrario, preparando el ambiente de hostilidad que desembocaría en la Iª Guerra Mundial. Para Lenin, el imperialismo constituía la fase superior (y final) del capitalismo, que trascendía de la explotación de la propia clase obrera nacional para hacerlo sobre la de las zonas subdesarrolladas, incluyendo su artesanado y campesinos, así como las tierras que fuese conquistando, integrando. Lo cierto es que, en lo que iba de siglo, Europa se había adueñado de casi 17 millones de kmtrs. cuadrados fuera del Continente, incluso aunque no se previera una rentabilidad inmediata de tal esfuerzo conquistador, que el desarrollo de las armas de fuego tampoco hizo tan costoso, con algunas excepciones. Encabezados por Dinamarca, todos los países escandinavos se consolidaron económica y políticamente, independizándose de las grandes potencias. Bismarck, con el apoyo de los conservadores, inició un cambio de rumbo, impulsando un proteccionismo pasivo. El programa del congreso socialdemócrata de Gotha, bajo la dirección de Bebel y Liebknecht, mantenía una oposición radical al imperio alemán, al que negaban su legitimidad democrática, y que consideraban contrario a los intereses de la mayoría, es decir, a la clase trabajadora. Marx y, más tarde, Engels, criticaron dicho programa, porque suponía un populismo interclasista, asumir el capitalismo, dejando la revolución para “el final”. Sin embargo no publicaron sus discrepancias hasta años después, porque, dado el predominio que estaban tomando los anarquistas en la Asociación Internacional de Trabajadores, necesitaban su colaboración para mantenerlos a raya.

Tal vez esperasen que futuras victorias electorales les permitiesen crear un ala izquierdistas para forzar el cambio de situación. O esperar a ver si esta victoria llegaba a producirse, o hasta qué punto las mejoras que pudieran pactar para los trabajadores tenían el carácter acumulativo que llevase por sí mismo a una revolución pacífica, como dicho programa congresual esperaba, constatar qué análisis eran correctos, antes de romper las relaciones. Bismarck era consciente de que no había ningún peligro revolucionario, pero que el poder recaía del lado liberal, por lo que, siguiendo su estrategia de dividir, aislar, a sus enemigos, comenzó a pactar con los socialdemócratas toda una serie de leyes de influencia socialista. Con ello consiguió integrarlos en el apoyo al nuevo imperio, y causar perplejidad a los que cifraban la oposición en un simplista enfrentamiento ideológico. Simultáneamente prohibió la prensa y la organización nacional de dicho Partido, aunque sus miembros pudieron seguir presentándose a las elecciones al Parlamente imperial. Una disciplina rígida, la organización de asambleas del Partido en Inglaterra y en Suiza, así como sus publicaciones clandestinas, que alcanzaron enorme difusión, les permitió sortear las cárceles, exilio, prohibición y cerco. De los Estados escandinavos, sólo Finlandia continuó sometida, dominada por Rusia. En parte por la rivalidad existente entre los “nacionales” y los fineses “suecos”, que propugnaban la integración en el reino unido de Suecia y Noruega. Sin embargo Johan Vilhelm Snellman consiguió configurar un sentimiento nacionalista y tener ejército propio, con servicio militar obligatorio. Rusia, tras haber ocupado el paso de Chipka y conquistado Plevna (Pleven) llevó sus tropas a Estambul, lo que obligó a los turcos al Tratado de San Stefano (en griego Ayastefanos, la actual Yesilköy) por el que reconocieron la independencia de Bulgaria, aunque como Estado tributario suyo, y la integración en ésta de parte de Macedonia. Se declaraban completamente independientes Montenegro, Rumania y Servia, y Rusia obtenía importantes territorios. Con ello entraba directamente en colisión con los intereses británicos y austro-húngaros. De esta forma la triple alianza de los tres emperadores se deshizo.

Benjamín Disraeli, el conservador Primer Ministro británico, y su Ministro de Asuntos Exteriores, lord Salisbury, evitaron entrar en guerra presionando al embajador ruso en Londres, antes de que Bismarck aprovechase la oportunidad para llegar a un conflicto europeo, con el que conseguir mayor expansión y preeminencia, una vez derrotada Francia y sometido el doble reino austro-húngaro a su mandato. Bismarck intervino arrogándose el papel de mediador, bajo las premisas de renuncia a las anexiones y consolidar la paz europea. Es decir, haciendo inútiles los triunfos rusos en aras de las esperanzas de su aliada Austria-Hungría. Disraeli centraba su estrategia en impedir el engrandecimiento de ninguna otra potencia, pero, en especial, de Rusia, para lo cual salía en defensa de Turquía o utilizaba las pretensiones nacionalistas balcánicas a su conveniencia. Se reunió un congreso en Berlín presidido por Bismarck, con Disraeli y Salisbury, los rusos Gortchakov y Chuvalov, el húngaro Andrássy, Presidente del Gobierno austro-húngaro, Waddington, Ministro de Asuntos Exteriores francés, y representantes turcos, entre otros, que decidieron la suerte de Estados más pequeños no representados en el mismo. Rumania, Servia, Montenegro y Rumelia oriental obtuvieron su independencia. Rusia adquirió Besarabia, el puerto de Batum, en la costa caucásica, y parte de Armenia, a costa de Turquía, pero en cambio perdía el paso por el Bósforo, como pretendía Gran Bretaña, y su preeminencia eslava, como le interesaba a Austria-Hungría. Esta, en compensación, obtuvo Macedonia, minorando los éxitos rusos y eslavos. Además continuó con la administración de Bosnia y Herzegovina. Gran Bretaña ocupó la isla de Chipre, dominada por el bayá de Egipto desde hacía casi 50 años. Con ello adquiría una base en el Mediterráneo oriental desde la que defender la ruta del canal de Suez-Port Saíd, sin que el congreso de Berlín se opusiese a ello. Posiblemente a cambio de aumentar las compensaciones de los otros intervinientes. Turquía tampoco podía enfrentarse a la, hasta entonces, su única valedora. Se consiguió así posponer la Gran Guerra europea, cuyos presupuestos ya estaban sobre el tapete. Los imperialismos, como no podía ser de otro modo, primaron sobre los intereses nacionalistas.

La decepción de Turquía y Rusia les iba a llevar a la búsqueda de nuevos aliados. Bismarck se mostró mucho más cauto que en otras ocasiones, comprendiendo el peligro de entrar en conflicto con una gran alianza que la atacase por ambos flancos, simultáneamente. En Rusia, la justicia absolvió a Vera Sassulich, autora de varios ataques terroristas. Disraeli dio orden de comprar acciones del canal de Suez-Port Saíd: tardíamente se daba cuenta de su importancia estratégica y comercial. La presión del Reino Unido sobre Afganistán hizo que estallara una segunda guerra entre ambos países, que duraría dos años. Los mahometanos se mantenían al margen de la evolución hindú, tanto en el aspecto político como en el cultural y económico. Insistían en sus propias tradiciones y asociaciones, añorando el retorno del dominio imperial mogol, que ya no iba a volver. Como muestra basta enumerar que, en 20 años, mientras los hindúes habían obtenido 3.155 títulos académicos, los mahometanos, rechazando lo que consideraban conocimientos profanos, sólo habían logrado cincuenta y siete. Rusia se apoderó de la isla de Sajalín. Estados Unidos se apropió de Pago-Pago, en el archipiélago de Samoa. España consiguió derrotar a los independentistas cubanos. Su economía azucarera quedó destrozada. Esto hizo que descendiese el precio de las tierras, lo que aprovecharon los estadounidenses para comprarlas. A continuación instalarían modernos ingenios azucareros. Aunque Cuba seguía siendo una colonia española, económicamente entró en el ámbito del neoimperialismo estadounidense, que imponía sus decisiones a la administración y a las pequeñas plantaciones independientes. Gran Bretaña dejaba de ser la potencia dominante de Hispanoamérica, cediendo terreno, en el Norte, ante Estados Unidos. En 1.879, Bismarck y Andrássy, Presidente del Gobierno austro-húngaro, negociaron la consolidación de su dúplice o doble alianza. Sin embargo éste consiguió reducir la ayuda militar recíproca sólo como defensa a una agresión rusa, con lo que salvaguardaba los intereses danubianos sin embarcarse en aventuras expansionistas alemanas, o contra venganzas francesas. Pero sí se incluía el caso de que otros Estados (Francia, por ejemplo) pidiesen o prestasen ayuda a Rusia con intención bélica.

Se unificó la administración de justicia en el imperio alemán, basada en tribunales de primera y segunda instancia, tribunales supremos en cada Estado, y un tribunal imperial, con sede en Leipzig. Bismarck prometió la autodeterminación al Norte de Schleswig, pero lo incumplió. A partir de entonces el nacionalismo fue perdiendo intensidad en Dinamarca. Su estructura fundamentalmente agraria, con fuerte representación en la Cámara baja (Folketing) apoyó regímenes conservadores o social-agrarios, que aumentaron su productividad a base de corporaciones rurales y programas de reformas, que la adaptaron a la exportación. Alfonso XIIº, viudo de su prima María de las Mercedes de Orleáns desde el año anterior, volvió a contraer nupcias, a instancias de Cánovas Del Castillo, con Maria Christina Désirée Felicitas Rainiera von Habsburg-Lothringen (Lorena; en la partida matrimonial se inscribió “y Lorraine”, la traducción francesa; 22 años después la reina lo hizo rectificar, cambiando sus apellidos por Austria) archiduquesa de Austria y princesa de Hungría y Bohemia, prima segunda del emperador austro-húngaro, al objeto de conseguir un heredero. En Austria-Hungría se formó el “cerco de hierro”, una coalición entre católicos conservadores y eslavos, que forzaron al “Ministro emperador” Eduard Taafe a mantener un comportamiento propio de un Estado autoritario. Simultáneamente se concedió a la polaca Galitzia una autonomía cada vez mayor, y también alguna permisividad a los chekos, aunque los liberales germánicos obstruyeron los artículos esenciales de una Constitución autónoma bohemia, al tiempo que se oponían a la política balcánica de la doble corona. Toda esta situación era especialmente peligrosa para un imperio que reunía a 8 naciones, 15 dependencias de la corona, con 17 parlamentos sólo en la parte austríaca, Cisleitania. Los nacionalismos adquirían cada vez más virulencia, y eran más disgregadores. Sólo el monarca parecía dar continuidad al imperio, a lo que ayudó su larga vida. Sin embargo ni éste ni sus Ministros tuvieron la sagacidad integradora que se requería. En Italia se impuso la enseñanza obligatoria entre los 6 y 9 años. En Rusia se creó la sociedad secreta “Voluntad del pueblo”, que, bajo planteamientos anarquistas, propugnaba el terrorismo para llegar a la revolución social.

El autoritarismo, la censura de las publicaciones, la prohibición de repartir panfletos, hojas volanderas y pegada de pasquines, así como la represión, y los grupos de choque, los sabotajes y ataques terroristas se retroalimentaban mutuamente. Finalmente, bajo la presión de Gran Bretaña y Francia, la Sublime Puerta destituyó a Ismaíl como bachá de Egipto, sustituyéndolo por Mujammad Taufik, hijo del anterior. Disraeli proyectó el dominio británico de Africa, de Norte a Sur, desde Egipto hasta El Cabo. Así Cromer invadió Sudán desde el Norte, encontrando la resistencia de los majdis. Por el Sur, Cecil Rhodes acababa con la guerra de los zulúes. Gran Bretaña consiguió abrir el mercado afgano. Estalló la Guerra del Salitre, entre Chile y Perú, anteriormente aliadas contra España, y que duraría 4 años, en el terrible escenario del desierto de Atacama. En 1.880, Suecia había alcanzado las condiciones económicas para seguir el rastro de Gran Bretaña. Para entonces la mayoría de Estados europeos habían superado la fase pre-industrial, llegando a industrializaciones sectoriales parciales, como en el caso de Prusia, y la pauperización o proletarización obrera. Es decir, la constitución de los “ejércitos de reserva” de mano de obra, como analizaba Marx, necesarios para acometer la fase siguiente. Terminado el mandato presidencial de Mac Mahon, bajo la presidencia de Grévy, en Francia se amnistió a los comunardos supervivientes, después de 9 años de trabajos forzados o prisión en las colonias. Se prohibieron las órdenes religiosas, en particular los jesuitas. Con todo ello se evidenciaba una tendencia liberal. Se autorizó el cheko, junto con el austríaco, como idiomas oficiales en Bohemia. Disraeli intentó integrar al Reino Unido en la alianza de los tres emperadores, pero los intereses contrapuestos respecto de Rusia lo impidieron. Esta contaba, por entonces con 98 millones de habitantes. También fracasó Disraeli en anexionarse Transvaal, donde habían emigrado muchos británicos tras descubrirse importantes yacimientos de oro, lo que provocó un levantamiento boer a resultas del cual se formó la República de Sudáfrica. Durante la guerra anglo-afggana se hizo con el trono el emir Abd ar-Rajman, que controló las actividades tribales con crueldad.

Dicha guerra acabó aceptando Afgganistán la dirección británica sobre su política internacional, si bien consiguió mantener el equilibrio entre las pretensiones de dicho imperio y el ruso. Chulalongkorn abrió Siam a los influjos europeos, por lo que evolucionó hasta convetirse en un Estado moderno. Siguiendo los planteamientos liberales, el Estado japonés comenzó a vender a los particulares interesados en ellas las instalaciones fabriles. Esto significó que una serie de clanes, como los Mitsui, Iasuda, Mitsubichi, Okura o Iuasaki, emparentados con el Gobierno, la alta administración del Estado y antiguas castas samurai, se hiciesen con una posición de monopolio, especialmente en la Banca y el comercio. Aplicaron su enorme influencia en que se adoptara el camino del expansionismo imperialista. No obstante el Estado conservó, muy inteligentemente, el monopolio sobre los ferrocarriles, telégrafos e industria armamentística. Rafael Núñez, fundador del Partido Nacional, llegó a la Presidencia de Nueva Granada, que ocuparía durante 14 años. Acabaron las guerras en Argentina y Uruguay, cuya continuidad explica en parte que Paraguay pudiese resistir la acometida conjunta. La intervención de Brasil, Gran Bretaña y Francia, el bloqueo naval de Buenos Aires, el prolongado sitio a Montevideo, y los resultados militares alternativos para uno y otro bando, concluyeron con la victoria de los unitaristas, que se basaba en el control de los grandes núcleos urbanos. Sus respectivas capitales asentaron su poder sobre el resto de sus naciones, si bien vestigios federalistas y regionalistas continuaron causando inquietud. Los caudillos uruguayos derrotados desaparecieron de la escena, tanto como Juan Manuel De Rosas, cabeza del federalismo argentino, que debió huir a Gran Bretaña hasta su muerte. En 1.881 fue asesinado Alejandro IIº. Tras muchos intentos previos fallidos, una bomba arrojada contra su carroza, en las cercanías del palacio real, acabó con él y con varios de sus escoltas. Sus intentos reformistas parciales no habían satisfecho a nadie, sino aumentado el malestar, al frustrar esperanzas entre los que deseaban cambios y conseguir el distanciamiento de las clases dominantes, en las que se apoyaba. Así terminó inclinándose hacia el “partido nacional”, que propugnaba la represión. Los nihilistas perseguidos analizaron que su asesinato era imprescindible para conseguir cualquier cambio radical.

El ejército ruso, acompañando, protegiendo y utilizando la construcción de la red ferroviaria como medio de transporte, se hizo ubicuo en el interior de Rusia, llevando el poder del zar, por primera vez, a todos los confines. Como ocurrió en todos los países, la industrialización de Rusia trajo el hambre a los obreros y el empobrecimiento a los campesinos. Bismarck había cerrado todas las puertas diplomáticas a Rusia, de forma que ésta se vio obligada a pactar con él, tal como éste había planeado. Se restablecía con ello la alianza de los tres emperadores. Acordaron mantener la neutralidad recíproca si una tercera potencia atacase a un aliado. Un protocolo adicional preveía posibles alteraciones en los Balcanes, que debían estar tramándose, como la anexión de Bosnia y Herzegovina por Austria, y de Rumelia oriental por Bulgaria. Y la aplicación del Pacto de los Estrechos de 40 años antes a los buques británicos. Es decir, que sólo los buques turcos podían transitar hacia el Mar Negro: ya que no podía abrirse paso, ahora Rusia intentaba cortárselo a Gran Bretaña, que ya se había posicionado amenazadoramente en Chipre. Implicado en la corrupción, como ha sido habitual en la derecha española, Cánovas del Castillo se vio obligado a dimitir, recomendando al rey que lo sustituyese Sagasta, dirigente del Partido Liberal. Como éste no contaba con mayoría parlamentaria, disolvió ambas Cámaras. Según la Constitución sólo podía hacerlo convocando al mismo tiempo nuevas elecciones. Sin embargo la misma Constitución le facultaba a nombrar Gobernadores Civiles, que eran los que designaban a los alcaldes, y éstos a los concejales. Aunque sólo podían votar los que pagasen mil reales de contribución territorial, los impositores de menos importe podían sindicar sus contribuciones, hasta sumar un voto. Es lo que se conocería como “amillaramientos”. Los Ayuntamientos se constituían en juntas electorales, que, junto con los Gobernadores Civiles, se dedicaban a conseguir amillaramientos que diesen la victoria a su Partido, agrupando los del Partido Conservador, de Cánovas del Castillo, en pocos votos electorales.

Así consiguió ganar las elecciones, iniciando un proceso, repetido por ambos Partidos, que se conoce como “turnismo”, por el que siempre ganaba las elecciones quien estaba en el poder, y perdía éste dimitiendo a consecuencia de escándalos de corrupción. En Francia se proclamó la libertad de reunión y de prensa. Rumania dejó de ser principado, consolidando su independencia, y Carol Iº fue coronado su rey. Desde tres años antes Bismarck había convencido a Salisbury de que ambos debían tratar de influir a Francia para que se lanzase a la expansión en el Norte de Africa. Se trataba de mantenerla distraída, de que desfogara su furia, fuera de Europa. Como no le quedaba otra salida, Francia siguió tales recomendaciones ocupando Túnez, bajo el eufemismo de “protectorado” ¿Frente a Turquía? Lo cual entraba directamente en confrontación por el área que Italia había previsto para su influencia. Comoquiera que Francia había abandonado su apoyo al irredentismo (falta de redención, de liberación, en contra de Austria) de los italianos, su consecuencia fue el intento de éstos de aproximarse a la doble alianza centroeuropea.

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