1.661: El triunfo del absolutismo

El Consejo estaba formado por 25 miembros de la alta aristocracia, que se dividían en 5 colegios, cuyos presidentes eran el Canciller, el Consejero y el Tesorero del reino, el Mariscal y el Almirante, quienes, lógicamente, antes que nada procuraban defender sus poderes, privilegios e intereses económicos (lo que, por otra parte, ocurre en todas las organizaciones humanas) lo que despertó la envidia de la nobleza inferior. Y esto sí constituía una especificidad: una negativa a aceptar las cosas “como son”, porque “siempre ha sido así”, por “designio divino”, o de “la (¿diosa?) Fortuna”. Durante la revolución de Cromwell se había permitido que la “Cámara de los ciudadanos” virginiana eligiese al Gobernador y al Consejo de Estado de su territorio. La restauración de los Estuardo provocó enfrentamientos armados entre los pequeños granjeros del interior, productores de trigo, cáñamo y productos lácteos, y los terratenientes tabaqueros de la costa. Estos consiguieron la victoria, apoyando al partido conservador, que respaldaba al Gobernador, ahora de nuevo nombrado por la corona, debilitando los posicionamientos de la asamblea legislativa. El oro de los ríos antillanos pareció miserable cuando se descubrieron los yacimientos de Zacatecas y Guanajuato en Méjico, y de Castrovirreyna y Potosí (aunque aquí la producción mayoritaria era de plata) en Perú. Aún se dice “vale un Potosí”, y, menos, “un Perú” para indicar un gran aprecio. Bartolomé de Medina, Fernández Velasco y Alonso Barba descubrieron y perfeccionaron la extracción por azogado, o amalgama de mercurio, un método muy tóxico, especialmente para plantas y peces, aunque muy rentable, que aún se usa en la Amazonia. El descubrimiento de mercurio en Huancavelica, en las proximidades de Potosí, multiplicó la rentabilidad de dicha mina. Según E. J. Hamilton, en 157 años la Lonja de Contratación sevillana dio entrada a 185 toneladas de oro y 16.000 de plata. El contrabando debió sumar otro tanto. En cambio, la industria hispanoamericana, objeto de muchas prohibiciones, dada la visión mercantilista de la economía, no destacó.

La que hubo fue de carácter local, como indianas (tejidos de algodón, que entonces se despreciaba como vestimenta de pobres) la tenería, relacionada con ella y la multiplicidad de tintes naturales que se hallaban en el Continente, la naval de La Habana y Guayaquil, jabonerías o alfafrerías. En 1.661 murió el Cardenal Mazarino. Luís XIVº, que había cumplido 23 años, tomó personalmente las tareas de Gobierno: desde entonces se le puede considerar adecuadamente como Rey-Sol, nombre que tuvo su origen en la personificación astral que representó en una función de teatro palaciego, de las que gustaba realizar, además de danzas y recitados. Una especie de nuevo Nerón. Un día se le agumentó que algo era razón de Estado, parafraseando a Maquiavelo, para convencerlo en tal sentido, a lo que respondió que el Estado era él, fórmula que refleja perfectamente la concepción absolutista. Aunque es posible que se tratase de un juego de palabras, por Estados o Estamentos Generales, o sea, el poder legislativo, que despreciaba considerándolo como una limitación al suyo personal. Pof ello se oponía a convocarlos, gobernando mediante decretos, aunque los discutía con el Consejo de Estado o con el “gabinete” (cabinet, o salita, donde se reunía con los Ministros “técnicos”, y no con todos los consejeros) casi siempre escogidos entre la alta burguesía y la nobleza palaciega. Entre ellos el burgués Jean-Baptiste Colbert, que dirigía las finanzas y la economía. Todo lo cual estaba muy influido por los negativos recuerdos de su adolescencia, con La Fronda. Por iguales razones, para mantener controlada, y, quizás, humillada, a la alta aristocracia, la obligó a desempeñar oficios en palacio, a que llegaran a considerarlo un honor, un privilegio (llegando incluso a cobrarles por ellos, hasta sacándolos a subasta, por la oportunidad que les daba de influir en sus decisiones o prestar oídos a sus recomendaciones y peticiones de mercedes y privilegios) o la hizo dependiente de su magnanimidad, mediante el sistema de pensiones. Mantuvo bajo vigilancia de su policía secreta a todos los altos funcionarios o dignatarios, así como a censura y órdenes de encarcelamiento en razón de seguridad del Estado, que, recordemos, decía que era él. Creó un ejército permanente de 170.000 hombres, con cargo al erario real, dirigidos por Oficiales aristócratas, aunque designados por el rey.

La obsesión por la seguridad, para evitar conjuras, además de para mantener satisfecho al clero, que aportaba a la Hacienda real cuantiosos donativos voluntarios (o solicitados por el monarca) le llevó a tomar medidas contra los hugonotes, intentando la reunificación religiosa. Así acuarteló a soldados en las casas de éstos. Por parecidas razones persiguió a los jansenistas, movimiento católico, evolucionado desde el galicanismo, que exigía la separación estricta entre la Iglesia y el Estado, y que ya había sido condenado por el Papa. Es curioso cómo en esta etapa del absolutismo ya no necesitaba prevalecer sobre el catolicismo, poner vetos, limitaciones, al poder papal sobre Francia, sino que se apoyaba en él. La consecuencia fue la emigración de muchos jansenistas a los Países Bajos. No sólo en Francia, sino en otros Estados, todo este estado de cosas provocó el inicial rechazo al absolutismo. En lo que tuvo un peso específico la secularización, que significaba reencontrar el camino perdido desde el renacentismo. Por esta época, el sacerdote francés Richard Simon, basándose en análisis críticos filológicos y cronológicos, descubría “falsedades” tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. El judío holandés Baruch Spinoza propugnaba la separación absoluta entre Iglesia y Estado, además de oponerse a las tiranías, incluso justificando el asesinato. En los Países Bajos, Pierre Bayle pedía la libertad científica, y divulgaba la nueva imagen que la ciencia concebía del mundo. En Inglaterra, John Locke, basándose en Milton o Harington, teóricos de la revolución puritana, mantenía que el poder político era consecuencia de un pacto, tácito, ente el monarca y su pueblo, lo que implicaba obligaciones mutuas, y no sólo unilaterales. Obsérvese una especie de influjo confuciano y el antecedente que supone de Rousseau. Era la misma teoría del pactismo iniciada tres siglos antes por Wycleff. Propagó el deseo a la acumulación de propiedades, lo que conllevaría explotación, rivalidad, desestructuración y confrontaciones sociales, frente al estático sistema feudal.

Defendió el empirismo frente al racionalismo continental, el cual partía de la concepción de una naturaleza inteligible racionalmente, aunque para ello se precisasen unos principios fundamentales, axiomáticos, de los que deducir todo lo demás, es decir, ideas innatas, que permitían demostrar apriorísticamente la existencia de Dios y la metafísica. Por el contrario, los empiristas ingleses mantienen el principio inductivo, la inexistencia de ideas innatas (“la mente es un papel en blanco”) la concepción de las ideas como representaciones sensibles y la experiencia como base del conocimiento. Más relevancia social que tales planteamientos teóricos y especulativos tuvo el sentimiento burgués, la necesidad, de recibir información sobre los precios y los mercados, los desastres naturales y climatológicos, los naufragios, las insurrecciones, las guerras y su devenir, los Tratados de Paz, los cambios de monarcas o de Gobiernos, así como los adelantos tecnológicos, trascendiendo de las fronteras estatales, todo lo cual podía afectar al comercio. Proliferaron así diarios y semanarios, siempre críticos respecto de los tributos, de que pesaran sólo sobre su clase social (olvidaban la servidumbre en trabajo o en parte de la cosecha de los campesinos) y con ello, contrarios al absolutismo y al despotismo monárquico, sobre todo al centralismo francés, que escamoteaba al poder legislativo y sus representantes para discutir, rechazar o aprobar, las subidas impositivas, así como la recrudecida persecución religiosa, pero también de las continuas guerras, y, sobre todo, del dispendio cortesano, el lujo aristocrático y su ociosidad, todo a cargo de los impositores. Dicha clase social, cultivada, constituyó un público ávido de tales lecturas, dispuesto a costear la publicación de tales noticias, y a crear estados de opinión internacionales. Por la Paz de Kardis, Rusia devolvía sus conquistas en Livonia. Murió Mejmet Köprülü, que sería sustituido por Ajmet Köprülü como consejero de Mejmet IVº. Las Compañías capitalistas, de participación comanditaria en la propiedad, para la explotación colonial, comprobaron cómo sus agentes entraban en competencia, se combatían y perjudicaban mutuamente, buscando sus propios objetivos.

Así, en Inglaterra, se llegó a extender las suscripciones a varios viajes, o a varios años. Sin embargo, con ello se estaba estimulando la competencia de dichos grupos respecto de los objetivos de la Compañía en su conjunto. La compraventa de sus acciones se fue convirtiendo en algo habitual, de modo que los partícipes se fueron desvinculando del objetivo principal de exploración, saqueo y colonización, limitándose a la obtención de beneficios en transacciones beneficiosas, en base a las noticias de naufragios, cosechas, fletes, etc.. Murió Chun Chij, el primer emperador manchú, dejando un heredero de sólo 8 años. Era una magnífica oportunidad para acabar con el dominio manchú, pero sólo el rebelde Cheng Ch’eng-kung pareció darse cuenta de ello, conquistando toda el Sur y Este de China, al tiempo que su Flota pirata expulsaba a los holandeses de Formosa. Sin embargo, al ser derrotado junto a Nankín, tuvo que refugiarse en la isla y seguir luchando desde ella. Un antecedente de lo que le ocurriría a la dinastía de Chang Kai-chek. Todos los demás, bien asentados en sus privilegios, desperdiciaron la ocasión. En 1.662, Federico IIIº conseguía leyes de plenos poderes, con lo que implantó el absolutismo en Dinamarca. K’ang-jsi, el heredero a la dinastía manchú, fue coronado. Para entonces China ya había alcanzado los 100 millones de habitantes. Murió el rebelde Cheng Ch’eng-kung, aunque su hijo prosiguió la lucha. El príncipe Constantino murió asesinado, desapareciendo el último aspirante a restablecer el imperio Ming. Llegaron los jesuitas a Siam, donde obtendrían un creciente éxito. Los triunfos de los misioneros cristianos en Dai-Viet, la actual Vietnam, habían despertado recelos en la aristocracia, especialmente entre los señores Trinj, que habían conseguido prescripciones que acentuaban la obediencia al rey y a renovados preceptos confucianos para todos los creyentes. Se prohibieron todas las obras taoistas, buddistas o sobre las “falsas” doctrinas cristianas. Es curioso cómo el absolutismo se expandía por todo el mundo, igual que antes se había expandido el feudalismo, incluso se debate que hasta en algunos imperios americanos.

Es posible que fuese la propagación de la inormación, la imitación, pero en algún caso, por lo menos, en que ésta parecía imposible (por ejemplo, respecto al feudalismo) hay que concluir que debe ser una consecuencia del desarrollo social, productivo y cultural: etapas del desarrollo de la Humanidad. Sin embargo no consiguieron la expulsión de los cristianos, puesto que los Nguyen obtenían grandes beneficios con el comercio y suministro de armas, que también precisaban para mantener su poder, procedentes de Macao. No obstante lo cual, en este año se aumentó el rigor en el cumplimiento de dichas disposiciones represivas, lo que suponía un peligroso indicio. En 1.663, el gran visir turco, Ajmet Köprülü, con mayores deseos expansivos que su predecesor, entró en guerra con Austria, por el dominio de Transilvania. Conquistó la fortaleza de Neuhäusel, al Norte de Hungría. Luís XIVº consiguió una ventajosa alianza con Suiza, que se obligaba a defender las fronteras francesas, lo que suponía aceptar los avances de éstas por las conquistas de la guerra de los Treinta Años. A cambio de ello, Francia se constituía como Estado protector de la Confederación Helvética, lo que le confería el monopolio para reclutar mercenarios suizos, que cada vez utilizaría más, aunque el Tratado impedía el uso militar de los súbditos confederados por potencias extranjeras, lo que demuestra que había conseguido que el Gobierno suizo perdiese el control sobre su ciudadanía, y que dicho Tratado iba a utilizarse de modo unilateral: sólo en beneficio de una de las partes. Todo un antecedente del modo de actuar estadounidense. El inteligente Colbert comprendió la importancia de Canadá, que fue declarada colonia. Envió allí un Regimiento a las órdenes de Tracy, para defenderla de los indios, nombró Gobernadores Militares e Intendentes civiles, introduciendo una estricta administración. Se creó la Compagnie des Indes a la que se encomendó su explotación económica.

A la nobleza, que tenía prohibido participar en empresas comerciales e industriales, se le permitió hacerlo en las colonias norteamericanas, y se estimuló a los capitanes a trasladarse allí, junto con voluntarios contratados por un plazo fijo, así como soldados licenciados, a los que se le pagaba el viaje (igual que a las mujeres dispuestas a casarse) simientes, ganados y aperos, lo que significaba, además de la escasa demografía existente en dicha colonia, una especie de ejército feudal, por ejemplo como el turco de fronteras. Porque, al contrario que otros imperios coloniales, se reprodujo el sistema social feudalista imperante en la metrópoli, aunque algo más suavizado. Así los servicios de leva a la aristocracia, laica o eclesiástica, se reducían a seis días, lo que dificultaba aún más la defensa del territorio. El clima tampoco favorecía la agricultura, y la geografía obstaculizaba la exportación, por lo que la caza en los bosques y el comercio de pieles continuó siendo el soporte de las colonias francocanadienses. Y esto precisaba una convivencia pacífica con los indios. Muy al contrario que la política de conquista, expulsión y aniquilación llevada a cabo por los británicos. Para entonces éstos habían conquistado Nueva Holanda, que se redenominó Nueva Jersey, y el Delaware holandés, inicialmente colonia sueca. Carlos IIº de Inglaterra entregó tales territorios a su hermano James, duque de York y futuro rey (castellanizado como Jacobo IIº) por lo que Nueva Amsterdam cambió su nombre por Nueva York. Enfeudó Carolina a ocho nobles ingleses, concediéndole la Fundamental constitution of Carolina, redactada por John Locke. Sin embargo, los colonos llegados de Virginia, Nueva Inglaterra y Barbados, acostumbrados al debate político, la rechazaron. Leopoldo Iº convocó la Dieta de Ratisbona, con lo que acabó con el excepcional poder del príncipe elector de Maguncia, aunque no obtuvo ningún otro resultado práctico, dado el enfrentamiento de todos los grupos contra todos los demás.

Esta situación se continuaría repitiendo de año en año, hasta convertirse en una “Dieta permanente”, aunque inoperante, a la que ya no acudían quienes tenían derecho a hacerlo, tanto por el mucho tiempo que deberían dedicarle como por su total ineficacia, sino 8 delegados de los príncipes electores, 61 en representación de las ciudades, y 165 por el resto de los príncipes. Dentro de cada grupo se constituyeron corpora, en los que se incorporaban según su afinidad religiosa, con capacidad para bloquear las decisiones, pero no para solucionar ninguno de los problemas existentes. Ante tal estancamiento, los pequeños Estados alemanes, en un alarde financiero y diplomático, urdían y destejían continuas alianzas, insufladas desde el extranjero, en defensa de intereses particulares, cuyos planes de política exterior parecían tan improvisados como efímeros. Se consolidaron los tres centros de poder imperial: Brandenburg, Austria y la alianza del Rin, igualmente poco operativos, fluctuantes, de cortas miras, en función de sus propios intereses y los de sus aliados. No obstante, Austria consiguió que la Dieta autorizase la recluta de un ejército imperial, y el envío de fuerzas auxiliares de Brandenburg, Sajonia, Baviera, y la alianza del Rin, incluso los que eran aliados de Francia, con lo que el General imperial, conde Montecuccoli, logró la aplastante victoria de San Gotardo, cerca de Raab, en 1.664, sobre los turcos. Igualmente detuvo el avance de éstos en Estiria. Mientras la nobleza alemana, bohemia y moravia se había aconstumbrado a servir en la Corte, en el ejército y en la alta administración austríacos, la húngara permanecía en un estadio anterior de desarrollo, conservando un fuerte poder, arraigado en sus feudos territoriales. Que los húngaros formaran parte de la Iglesia Reformada y que las tropas austríacas estaban luchando en dos Frentes, en el Oeste contra los borbones, y en el Este contra los turcos, eran dificultades añadidas a la integración.

Intentando evitar una alianza de ambos enemigos, el emperador acordó con los otomanos la Paz de Vasvar (Einsenburg) considerada por los húngaros “de la vergüenza”, por la que cedía varias fortalezas fronterizas, entre ellas las de Neuhäusel, y el dominio sobre Transilvania, al reconocer como príncipe al pro-turco Miguel Apafy. Con ello los otomanos lograban su máximo dominio en Hungría. En 1.665, fracasados todos los intentos diplomáticos, España invadió Portugal, lo que acabó en el desastre de Villaviciosa, que la obligó a reconocer la independencia de dicho país. Murió Felipe IVº, sucediéndole el enfermizo Carlos IIº. Los confesores reales lo obligaron a besar al cadáver de su padre, a lo que se negó. Esto le produjo una fijación mental, de modo que, el día de su boda, lo ordenó desenterrar para, junto con su esposa, cumplir tal ceremonia besando la calavera. Colbert fue nombrado, además, Ministro de Marina, por Luís XIVº. Era un magnífico organizador, planificador, que había conseguido suficientes medios económicos y un presupuesto del Estado más o menos equilibrado, con el que Francia construyó Versalles, asombrando al mundo con una corte de 4.000 personas y lujo desmedido, que sustituyó al antiguo protocolo hispano-borgoñón. Además realizó los colosales canales entre el Atlántico y el Mediterraneo. Duplicó, en trece años, la Flota mercante, creó una auténtica y poderosa Marina de guerra e intensificó la colonización de Canadá. Para todo ello desarrolló un sistema impositivo sumamente moderno. Disminuyó significativamente las obligaciones del tercer Estado (estamento) refundiendo las antiguas cargas feudales y sustituyéndolas por impuestos monetizados, cuidadosamente planificados y calculados estadísticamente. Creó impuestos indirectos sobre el lujo, que pesaban sobre la aristocracia, laica y clerical, sorteando su exención tributaria, por lo que, en aquel tiempo, eran extemadamente progresistas. Impuso aranceles tributarios proteccionistas, para obstaculizar las importaciones, al tiempo que creó manufactures estatales, que aumentaban los ingresos del Estado y estimulaban la exportación.

Realizó la unión aduanera entre el Norte y el centro de Francia, con la perspectiva de crear un mercado único. Prohibió la emigración y dio facilidades para contraer matrimonio, con vistas a estimular el crecimiento demográfico. Estableció monopolios estatales, que incrementaban los ingresos del erario real, con imposición de precios tasados. El inconveniente era que, con ello, desaparecían los estímulos del libre mercado a la mejora y tecnificación de los métodos agrarios. Restituyó a las comunidades aldeanas los bienes comunales perdidos por venta, lo que favoreció el crecimiento de la cabaña ganadera y mejoró apreciablemente las condiciones de vida del pequeño campesinado. Todo ello no puede sino calificarse como intervención estatal. Sin embargo no bastó para pagar las soldadas, la construcción de tantas fortalezas, regar la diplomacia y financiar a los aliados, de modo que, a pesar de todo, Luís XIVº cada vez estaba más endeudado. Holanda, aliada con Francia, entró de nuevo en guerra naval contra Gran Bretaña, durante otros dos años. Dinamarca promulgó la Lex regia, redactada por P. Schumacher, única Constitución nítidamente absolutista del mundo, sin el menor tapujo ni sonrojo. El rey de Vietnam ordenó el asesinato de todos los cristianos de Faifo, aunque, al parecer, no consiguió exterminarlos, o impedir que se volvieran a introducir. En 1.666 murió Abbas IIº. Le sucedió Safi IIº, bajo cuyo mando el imperio safaví volvió a ser atacado por los turcos, y también por los afganos. En 1.667, Luís XIVº hizo uso del llamado “derecho de devolución”, un derecho privado vigente en algunas regiones flamencas, que primaban la herencia a favor de las hijas de un primer matrimonio antes que a los hijos de los matrimonios subsiguientes, para exigir Flandes, a pesar de que en Francia regía la llamada “ley sálica”. Con tan endeble argumento atacó las posesiones españolas, y conquistó el Franco Condado.

Como la Confederación Helvética se consideraba protectora del mismo, consideró que su alianza con Francia había constituido un error, volvió a hacer uso del derecho Defensional, levantando en armas a toda Suiza, y se aprobaría una alianza unitaria confederal, según el proyecto del burgomaestre Waser, de doce años antes. Luís XIVº construyó la fortaleza de Hüning, a las mismas puertas de Basilea, y envió franceses a residir en Ginebra, para consolidar su dominio sobre Suiza. La Flota holandesa derrotó a la inglesa, pero, dado el amenazador expansionismo francés, ofreció moderadas propuestas de paz, acabando con una guerra que la llevaba a continuar una alianza que ya no le convenía. La consecuencia de ello fue que Holanda perdió el predominio como intermediaria entre los países productores y consumidores. La sólida estructura económica que se había generado, por la que se había llegado a fundar un Banco de cambio en Amberes, cayó en declive. Las alternativas eran la tradicional industria de pañería y tejidos, que se asentaba en Leyden, las cervecerías de Haarlem o la loza. El dominio sobre Sudáfrica introdujo la talla de diamantes, en lo que se hicieron monopolio europeo. Para mantener secas sus tierras anegables crearon una densa red de canales, algunos de los cuales permitían la navegación, y bombas de achique o de presión, accionadas por molinos de viento, que también se utilizaban para la molienda de cereales o el bataneo del cáñamo para la cordelería marítima, o de la lana de las pañerías. De todo ello derivó una nueva pujante clase social, diferenciada de la aristocracia terrateniente del resto del país y de Europa, un patriciado comercial urbano, que sustituía el código del honor, la dignidad, de la nobleza, por la honradez, el crédito (credibilidad) comercial, el cumplimiento de lo pactado, lo comprometido, la palabra dada, la moralidad, y la laboriosidad. Todas ellas virtudes propiamente calvinistas, especialmente puritanas y que iban a constituirse en enseñas de la burguesía.

A su vez, su expansión por el globo terráqueo, su constatación de ser minoría, ante lo colosal de las aventuras colonialistas emprendidas, les llevó a asumir un espíritu de tolerancia hacia otras culturas y creencias, y una libertad de opinión, bases sobre las que se consolidó el republicanismo, que los gobernantes coloniales, necesitados de su espíritu emprendedor, productivo, comercial, se veían obligados a aceptar. A partir de este pequeño país tales comportamientos se irían expandiendo, lentamente, por el resto de Europa. Todos los Estados intentaron impulsar su propia industria de pañería y linos, para romper la hegemonía de las telas de holandas, marineras. Ante el temor de que el excesivo poder de Francia (y su cambio de actitud respecto de la tolerancia religiosa) volviese a conllevar los mismos problemas que le había ocasionado el imperio español, Gran Bretaña, Holanda y Suecia, mediante la política del equilibrio europeo, se unieron en la Paz de Breda. Luís XIVº se vio oligado a firmar la Paz de Aquisgrán, que tampoco supuso ninguna ventaja para España, pues tuvo que aceptar la pérdida de todas las fortalezas flamencas fronterizas con Francia, incluida Lille, que ésta había tomado. La Alianza del Rin quedó bastante desprestigiada con todo ello, por lo que fue superada, poco a poco, en la dirección militar del imperio, por los Estados prusiano-brandenburgués y austríaco, que se expandía hacia los Balcanes. Juan Casimiro IIº consiguió, al fin, acabar con las rebeliones de los cosacos. Apoyadas en ellas, en buena parte, habían conseguido los rusos sus conquistas, por lo que se llegó a la Tregua de Andrussowo, por un plazo de 13 años, por la que éstos consolidaban su dominio sobre Smolensk y la Ucrania al Este del Dnieper, incluída Kíev. Juan Casimiro IIº de Polonia y Lituania lo aceptó, puesto que tales regiones sufrían constantes ataques otomanos, que habían afianzado sus posiciones en el Sudeste. K’ang-jsi, con sólo 14 años, se hizo cargo personalmente del imperio chino. Los manchúes habian prohibio el comercio a los europeos.

China se mantenía próspera y estable, pero estancada. En poco tiempo Europa demostraría que la había superado técnica y militarmente. Los manchúes tenían prohibidas la vestimenta y constumbres chinas, y los matrimonios con las mujeres del país. Sólo podían dedicarse al ejército o al funcionariado. No obstante, como ya les ocurrió a los mongoles, la superior cultura china volvería a conquistar a sus dominadores, en lo que se conoce como reiterado proceso de sinisación. Mantuvieron el absolutismo Ming. Obligaron a los chinos a raparse la frente y a dejarse coleta, al estilo manchú, lo que inicialmente causó irritación. Sin embargo los manchúes comprendieron que el sistema neoconfuciano de las oposiciones para el funcionariado era muy eficaz, por lo que lo reinstauraron. Al menos inicialmente. Con ello se ganaron las simpatías de la intelectualidad, lo que les fue muy favorable. Conservaron la administración Ming, aunque duplicando todos los puestos, entre chinos y manchúes. Esto, en principio, les fue muy ventajoso. Sin embargo, como los manchúes sólo representaban el 2% de la población, su nivel cultural, capacidad administrativa y resultado de los exámenes eran muy inferiores a los chinos que no conseguían las plazas, especialmente los del Sur, donde se concentraba la mayor parte de la riqueza productiva y la población, a largo plazo, fue produciendo un sentido de injusticia y odio entre etnias y regiones, que terminarían con el incumplimiento de la Ley, al no designar los cargos conseguidos por oposiciones por los chinos meridionales. A los seis Ministerios tradicionales se les añadiría una especide de Ministro de Colonias sobre los territorios conquistados, en los que respetaron, con suma inteligencia, en una espcie de protectorado, su organización tribal, más atrasada. K’ang-jsi se concentraría en reconstruir la industria  de  porcelana  -cuyas copias, de peor calidad, los persas vendían por cifras astronómicas- las obras de regulación del Joán-jo y las reparaciones del canal imperial.

Con él el imperio  manchú logró su máxima expansión, alcanzando las fronteras más lejanas que había llegado a tener el imperio chino. Tras la muerte de Batum Richi sus hijos se habían enzarzado en luchas por la corona de Cambodia, en las que interfirieron los siameses y los Nguyen, que afianzaron su poder en el país. El buddismo jinaiana, que había llegado al país procedente de Ceilán, fue desplazado por un resurgir de la doctrina majaiana, con lo que el templo de Angkor revivió pasados esplendores, fue restaurado y adornado con nuevas imágenes. Según un misionero francés de la época, sus sacerdotes tenían una autoridad comparable a la del Papa en Roma, y sus doctrinas eran reconocidas en los países vecinos. Las continuas guerras, las devastaciones de los invasores y las epidemias de peste habían disminuido drásticamente la población polaca. Esto dificultó, aún más, cualquier forma de progreso o promoción social, y con ello, de apoyo a la monarquía frente al angustioso poder de la alta nobleza. Así, al año siguiente, en 1.668, Juan Casimiro IIº abdicó, con lo que la dinastía vasa llegó a su fin. Tras siete meses de confrontación electoral, en la que también disputaron los candidatos austríaco y francés, resultó elegido el noble polaco Miguel Wisiniowiecki. Hombre poco enérgico (tal vez los aristócratas lo eligieron precisamente por ello: para manejarlo mejor) resultó eclipsado por Juan Sobieski, que ya se había distinguido luchando contra los otomanos, y entregó el gobierno a Andreas Olszowski, que actuó como un peón de Austria. Lo cual provocó la reacción de los turcos. Para evitar la “contaminación” cultural, Machuria mantenía una administración distinta a las 18 provincias chinas. A partir de entonces se prohibió, además, la inmigración de chinos.

La aristocracia húngara acumulaba odio contra los austríacos por la cruel represión a que habían sido sometidos, plagada de condenas a muerte, a galeras, o la obligación de alojar a soldados en sus palacios y casas, por pertenecer a la Iglesia Reformada. Aunque, nominalmente, Leopoldo Iº también poseía la corona húngara de San Esteban, los turcos ejercían su derecho de soberanía sobre casi todo el país. Los húngaros se convencieron de que no podían esperar ayuda de nadie, y que debían conseguir la independencia real por ellos mismos. Y, como Austria era menos poderosa que Turquía, en aquel momento, decidieron comenzar por aquella. Así que entraron en contacto con franceses, e incluso con los turcos, y, en 1.669, se sublevaron contra dicho poder. Se fundó Charleston, en honor al soberano metropolitano, Carlos IIº. En 1.670, Luís XIVº, tras haber aislado diplomáticamente la reacción holandesa, firmando con Gran Bretaña el pacto secreto de Dover, invadió el ducado de Lorena. Holanda comprendió el error de haberse fiado en exclusiva en sus esfuerzos de paz, despreocupándose de su ejército, que seguían reclamando los oranges. Así que éstos pasaron a considerarse los salvadores necesarios. Murió Federico IIIº, sucediéndole Cristián Vº en el trono danés. Finalmente estalló la insurrección de la nobleza húngera. Inicialmente se dirigía contra las cláusulas del Tratado de Paz firmado con los turcos, las campañas religiosas de los jesuitas y las restricciones a la religión protestante. Los holandeses se apoderaron de la ciudad de Makassar, en las islas Célebes. Pero Bali había perdido potencialidad económica, en beneficio de los europeos, como para sacar provecho a la pérdida de independencia de su rival. Los británicos fundaron la Hudson Bay Company, extrayendo ventaja del camino hacia el interior descubierto por los franceses: con ello se rompía el monopolio peletero francés. La guerra intercolonial se haría inevitable.

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