1.225-EL RENACER DE LA FILOSOFIA, LA NUEVA CONCEPCION DEL UNIVERSO, LA OPOSICION AL IMPERIALISMO Y LA OBJECION RELIGIOSA

En 1.215, los nobles rebeldes obligaron a Juan Iº “Sin Tierra” a firmar la primera Magna Charta, por la que admitía que su mandato fuese sometido a vigilancia por la nobleza (los lords) y que necesitaba la aprobación de sus vasallos para imponer nuevos tributos. Inocencio IIIº comprendió perfectamente que dichas limitaciones también afectaban al Papado, a su dominio sobre su feudo insular, por lo que convenció a Juan Sin Tierra para que la incumpliese. El resultado no podía ser otro que una nueva guerra civil. Como el rey no podía contar ni con la aristocracia ni con el pueblo, que estaban unidos en su contra, tuvo que contratar mercenarios. Durante el IVº Concilio de Letrán, al que acudieron príncipes eclesiásticos y civiles de todo Occidente, Inocencio IIIº demostró todo su poder convocando la Vª Cruzada. Tal vez también pretendía mantener a Federico IIº alejado de sus dominios alemanes y distraerlo de sus pretensiones en Italia. Sin embargo el Papa murió el año siguiente, y su sucesor, Honorio IIIº, carecía de sus cualidades. La guerra civil inglesa no tenía visos de decantarse por ninguno de ambos bandos, por lo que el inteligente conde (Earl) de Pembroke decidió nombrar rey a Enrique IIIº, menor de edad, reservándose para sí mismo su tutoría.

En su coronación se publicó la Magna Charta como declaración institucional del nuevo soberano. Yenguis Jan conquistó Yen-ching, la actual Pekín o Beiying, y todo el centro del reino Chin, ya debilitado por la rebelión popular de las “chaquetas rojas”. La división del Imperio Chino tuvo el mismo efecto que la del Imperio Romano: una parte sucumbió al ataque de los bárbaros para que la otra pudiese subsistir. No hay una respuesta clara a la reflexión de si un imperio único se hubiera defendido mejor, hubiese sido dominado por completo o habría acabado perdiendo parte de su territorio y resistiendo en otra, como realmente ocurrió. Yenguis Jan fue tolerante con los pueblos conquistados y se preocupó de que no hubiera hambre, sino justicia, en sus dominios. Periódicamente se inspeccionaban los campos y ganados para fijar una cuota impositiva justa. Si habían situaciones catastróficas o epidemias, los tributos se reducían, hasta desaparecer, si fuese necesario. Incluso llegaba a repartir grano de sus silos, para alimento y como simiente, y ganado de sus propios rebaños.

En 1.216, los albigenses estuvieron a punto de restablecer la situación. Dirigidos por el conde de Toulousse se produjo una insurrección general. Simón de Montfort murió asediando la ciudad. Su hijo Amaury pidió la ayuda de Felipe IIº Augusto, quien le envió a su hijo Luís con su ejército, a cambio de que le cediera todos los territorios conquistados, que, por entonces, los tenía prácticamente perdidos. Santo Domingo de Guzmán, tras rehusar tres obispados, consiguió del Papa la aprobación de la primera Orden de Predicadores, que, en su honor, se denominan dominicos. Les impuso la regla de los agustinos. Su objetivo era convertir y convencer a los desviados del catolicismo oficial mediante la palabra, la argumentación, para lo que era necesaria una elevada preparación, en teología y en retórica. Lo que demuestra cómo habían cambiado los tiempos, cómo los europeos eran capaces de reflexionar y no les bastaban con mitologías, misterios o promesas de futuro para encauzar su ideología religiosa. En 1.217 murió Enrique Iº de Castilla, sucediéndole su hermana Berenguela. Con intención de unir ambos reinos, Alfonso IXº de León alegó su anulado matrimonio para compartir la corona.

La inteligente Berenguela abdicó en el hijo de ambos, Fernando IIIº, lo que fue aclamado por el pueblo, demostrando un cierto sentimiento nacionalista castellano, muchas veces negado, en contra de los hechos. El padre, en cambio, no lo admitió, invadiendo Castilla. En lugar de responder militarmente, Berenguela lo convenció, igual que a los nobles castellanos que apostaban por la unión con los leoneses. Amedrentada por las guerras de Yenguis Jan contra el reino Chin, Corea se hizo tributaria de los mongoles. En 1.218 se funda la segunda Universidad de España, la de Salamanca, aunque basada en escuelas catedralicias de un siglo antes, y precedida por la de Palencia, que no tendría continuidad, al trasladarse 22 años después a Valladolid. En 1.219, Valdemar “El Victorioso” de Dinamarca conquistó Estonia. Yenguis Jan llegó a Persia, pero, en otro de sus bruscos e inesperados giros, prefirió dirigirse a Azerbaián, el Cáucaso y Ucrania. Estableció su capital en Karakorum, fundada por él. En el 1.220, Federico IIº consiguió de los príncipes alemanes, especialmente los eclesiásticos, que nombrasen Rey de Romanos a su hijo Enrique, el rey de Sicilia, lo que le convertía en heredero imperial. Para ello tuvo que hacerles grandes concesiones, como el derecho de acuñar moneda, cobrar tasas de aduanas, o nombrar tutor de Enrique, que aún era menor de edad, a Engelberto, arzobispo de Colonia. Desde entonces delegó en su hijo el gobierno de Alemania, actuando él como rey de Sicilia. Su punto de vista era absolutamente contrario al de sus predecesores: en lugar de repetir la invasión del Norte de Italia, para poner orden en las ciudades coaligadas, con un ejército feudal imperial, decidió formar un poderoso ejército normando, expandir sus dominios desde el Sur de Italia y, dirigiéndose hacia el Norte, atravesar toda la península y penetrar en Alemania, imponiendo un reino fuertemente centralizado, de obediencia monárquica. Es decir: acabar con el feudalismo. Tenía claro que era una tarea larga, quizás de varias generaciones. Construyó una poderosa Flota, para proteger el aislamiento de la isla de ninguna intervención exterior. Mantuvo en ella una corte de sabios, cristianos, judíos y mahometanos, muestra de tolerancia religiosa. Todo ello eran antecedentes del Renacimiento, que se iba a producir en breve.

Comoquiera que la Iglesia tenía sus propios dominios e intereses feudales, que también estaban siendo violentados, comprendiendo que el objetivo de Federico IIº era la unión de Sicilia con el Imperio, y quizás la reconquista de los Reinos Pontificios, exigió del emperador que se fuera a la Cruzada, bajo amenaza de excomunión y expropiación de sus bienes y posesiones por el Papa. No estaban los tiempos como para que dicha amenaza tuviese efectividad. En el 1.225, Federico IIº volvió a contraer matrimonio, con la heredera del reino de Jerusalem. La ciudad de Lübeck se había hecho con la hegemonía comercial en el Báltico, y la Liga del Hansa, Ansar o Ganso, abría el paso a la colonización alemana en las regiones eslavas, en el Este. Los territorios “paganos” se consideraban terra nullius, es decir, “tierra de nadie”, que cualquier cristiano podía y debía conquistar, y, sobre todo, cristianizar. Se entendía que era misión del Sacro Imperio Romano Germánico. Las ciudades renanas se organizaron en Ligas, a imitación de las del Norte de Italia. Nació Santo Tomás de Aquino, descendiente de una familia condal. Sería educado en Monte Cassino y, más tarde, se hizo dominico. Fue discípulo, en Colonia, de San Alberto Magno, polifacético científico, cuyas observaciones de la naturaleza y aplicaciones de sus leyes le valieron, junto con Salomón, fama de mago en la Edad Media. Divulgó a Aristóteles, mediante comentarios a sus obras, muchos tomados de Averroes [1].

De forma que, tras más de 9 siglos de ocultación, de desprecio hacia el “saber pagano”, se produjo el renacer de la filosofía, ahora asumida explícitamente por la Iglesia Católica, descubriendo que ya San Agustín había tomado muchos conceptos aristotélicos, aunque ocultando su procedencia. Y todo ello transmitido a través de un comentarista mahometano. En el 1.226, el emperador alemán otorgó plenos poderes al Gran Maestre de los Caballeros Teutónicos para fundar un Estado alemán propiedad de la Orden en Prusia. Luís VIIIº de Francia, que ya había ocupado los dominios ingleses de Poitou, consiguió acabar con los albigenses, quedándose con todo su territorio. Le sucedió Luís IXº “El Santo”, bajo la regencia de su madre, Blanca de Castilla, una de las pocas mujeres políticamente más influyentes de la historia Francia, precedida por Leonor de Aquitania. Quizás influido por su nuevo matrimonio, en el 1.227, Federico IIº se dirigió a Tierra Santa. Pero una epidemia de peste en sus tropas, en Brindisi, cerca del “talón de la bota” italiana, lo obligó a regresar. El nuevo Papa, Gregorio IXº, consideró que era su oportunidad, por lo que lo excomulgó. El Estado Jsi-jsia de los tangutanos, en la cuenca del Tarim, al Nordeste del Tibet, del que se habían independizado, y al que había sometido a tributo, demostrando su superioridad, se alió con los Chin en contra de los “bárbaros del Norte”, por lo que Yenguis Jan casi lo asoló. De esta forma el imperio Sung se vio desembarazado de los reinos a los que pagaba impuestos, lo habían humillado y obligado a reconocer su sometimiento. Yenguis Jan había entregado Kazajstán a su hijo mayor, Dietchi. Quizás no confiaba en él y lo quiso poner a prueba. Cuando se enteró de que apoyaba a los independentistas lo hizo envenenar. Tal vez por dicha experiencia, siguiendo la costumbre mongol, repartió, a su muerte, su imperio, entre tres de sus muchos hijos, Chagatay, Ogodei y Tolui, y su nieto Batu, hijo de Dietchi, pro con la condición de que debían actuar como una sola unidad política y militar. Era la mejor decisión, dada la inmensidad de sus territorios, y así evitaba que los desheredados tramasen conjuras y rebeliones. Recordemos que era la misma política que la que realizaban los francos, siglos antes. Sin embargo corría el riesgo de que sus herederos volviesen a subdividir sus posesiones, por lo que sorprende que se mantuvieran unidos tanto tiempo.

El imperio mongol fue tan cruel en la guerra como hábil en la diplomacia. Se esforzó por estimular y proteger el comercio, tanto como en mantener el monopolio de la seda y las especies, obteniendo inmensos beneficios de ellos. De hecho su expansión siguió las rutas comerciales, tanto la de la seda como la de la Hansa. De forma que las mismas se extendieron desde Manchuria a París. Llegado a la mayoría de edad, Enrique IIIº de Inglaterra se demostró un inepto, dedicado a una lujosa vida cortesana. Quizás para compensar tales gastos, o para evitar críticas a su comportamiento, suprimió influyentes cargos palaciegos, al tiempo que quiso imponer nuevos más elevados tributos, en parte para pagar los costos de la pretendida coronación de su hijo Edmundo como rey de Sicilia, que le había propuesto el Papado. Simultáneamente, el Papa, que necesitaba dinero para su guerra contra Federico IIº, gravó a la Iglesia inglesa con exorbitados impuestos, y otorgó beneficios eclesiásticos a extranjeros, en compensación por favores adeudados o comprometidos. En Inglaterra se redactaron (aún en francés, según habían impuesto los normandos, como lengua oficialista, institucional, aunque no era la lengua culta, sino el latín) informes procesales (los year books, o “libros del año”) que incluían las sentencias, por lo que los antecedentes judiciales se fueron haciendo más importantes que las leyes, como método de interpretación de las mismas, tanto desde la perspectiva del respeto a las tradiciones normativas comunes inglesas, como de la evolución social. Con ello el derecho anglosajón tomó un derrotero distinto al continental: no fue necesario acudir al derecho romano o a la compilación en códigos.

Gracias a ello, por ejemplo, Inglaterra acabó con la esclavitud antes que en ningún otro lugar, mediante sentencias sucesivas de pérdida del poder señorial por el mero traspaso del esclavo de los límites de los territorios de dominio de su amo, con el antecedente que se había utilizado para liberar a los siervos de la gleba fugados, sin precisar leyes abolicionistas ni procesos formalmente revolucionarios. Enrique IIIº tuvo sumo cuidado en el nombramiento y revocación, cuando se demostraron poco escrupulosos, de jueces, que confirieron confianza al pueblo en sus derechos y en la corona, como institución garantista. Los propios jueces fueron ganando prestigio, hasta convertirse en el principal estamento laico de Inglaterra. Actuaban como un gremio, y se reunían en los inns of court, “posadas de la Corte”, una especie de clubs privados, en los que discutían, en principio, sobre jurisprudencia, hasta abarcar todo el ámbito cultural, lo que demuestra la elevada preparación y sabia selección de sus miembros, llegando a situarse al destacado nivel de Oxford o Cambridge. En 1.228, el excomulgado emperador se dirigió a defender la cristiandad en los Santos Lugares, por segunda vez, en esta ocasión en contra de la voluntad del Papa. Obtuvo más éxitos que en ninguna otra Cruzada. Tanto, que el Papa prohibió al Patriarca de Jerusalem y a las órdenes militares, entre las que se encontraban los caballeros templarios, que le prestasen ninguna ayuda. Incluso tomó contacto con el sultán de Egipto para que no firmase ningún acuerdo con él. Comprendiendo la situación, Federico IIº entró en Jerusalem, para ser coronado Rey de los Santos Lugares en la Iglesia del Santo Sepulcro. Como el Patriarca se negó a hacerlo, se coronó él mismo. Firmó un Tratado con el sultán de Egipto por el que se reconocía dicho reino, que integraba, además, las ciudades santas de Bezlejem y Nazarez, durante diez años, además de la libre comunicación entre ellas. La actuación del Papa hizo que Alemania no volviese a intervenir en ninguna otra Cruzada. A su regreso, Federico IIº expulsó de sus dominios a todas las tropas pontificias. Sin embargo era consciente de que no podría poner orden en Alemania con la oposición eclesiástica. Los piratas mallorquines interferían el tránsito de tejidos y oro, en sentidos contrapuestos, entre Cataluña y Orán, por lo que, en el 1.229, Jaime Iº, llevó a cabo la proeza de la conquista de las Baleares.

Ogodei consiguió el título de Gran Jan. Tomó como consejero a Yej-lu Ch’u-ts’ai, un culto aristócrata kitan, muy influido por las costumbres chinas, que ya lo había sido de Yenguis Jan, desde diez años antes. Aquél le recomendó que, en lugar de utilizar los territorios conquistados al Norte de China para el pasto de los rebaños de los soldados, y que éstos se divirtieran asesinando y expoliando despiadadamente a los campesinos vagabundos, impusiese duros tributos sobre propiedades, personas y bienes de consumo, lo que le sería de utilidad para financiar un mayor expansionismo. En el 1.230 murió Alfonso IXº de León, dejando, erróneamente, su reino a las hijas tenidas en su primer matrimonio. Pero el de Fernando IIIº con la princesa Beatriz de Suabia, y sus victorias en Andalucía, le dieron suficiente prestigio como para conseguir el trono, volviendo a unir ambos reinos, y ya de manera definitiva, después de tres cuartos de siglo de separación. Ese año se fundó la Universidad de Salamanca, la segunda de España. Una rebelión de los romanos contra el Papa le dio la oportunidad a Federico IIº. Así, se comprometió a restablecer los Reinos Pontificios y la libertad de la Iglesia en Sicilia, a cambio de la retirada de su excomunión. Tal vez por indicación suya, su hijo, Enrique VIIº, gobernaba Alemania apoyándose en las ciudades, a imitación de lo que ocurría en Inglaterra, Francia o España. Esto suponía hostilidad hacia los príncipes alemanes y la organización feudal.

Como Federico IIº necesitaba su apoyo, al menos el de los laicos, para enfrentarse al Papado, éstos obligaron a Enrique VIIº a decretar en Worms, en el 1.231, el estatuto In favorem principum, por el que se les concedía los mismos privilegios que antes se habían otorgado a los eclesiásticos, y se impedía la independencia de las ciudades: un retroceso respecto de la evolución política de Alemania. Las diferencias con Inglaterra se hacían evidentes. Aunque, en un principio, Corea se había librado de las invasiones de Yenguis Jan, haciéndose tributaria suya, se cree que el asesinato de un embajador mongol ocasionó la devastación del nordeste del país. Según parece no saquearon bienes de lujo, quizás con la intención de llegar a acuerdos con la clase dirigente. La nueva organización absolutista de Sicilia se publicó como Constitutiones de Melfi, obra de Federico IIº. Dominar las Baleares desde Cataluña, y, sobre todo, evitar una nueva invasión de las islas, era sumamente difícil y costoso. Así que, en el 1.232, Jaime Iº inició la conquista de Valencia. Cuando murió el Chogún Yoritomo, la familia Joyo, de su viuda, se hizo con el poder, ejerciendo una especie de regencia sobre el chogunado de los Minamoto de Kamakura, situada a 450 kmtrs. de Kioto, donde la corte imperial era mera representación aristocrática. Lo que prueba la importancia que había adquirido tal institución, semejante a lo ocurrido con los mayordomos carolingios. La situación se mantuvo durante más de un siglo. Además de conseguir cierta paz y estabilidad en Japón, el principal acierto de dicha familia fue la administración de justicia, quizás fundamento de lo anterior. Se tomó como base la publicación de las prescripciones feudales transmitidas desde tiempos del Chogún Yoritomo, lo que constituyó una especie de código penal. Aunque su objetivo era favorecer y mantener los privilegios de los terratenientes aristocráticos, les exigía su reconocimiento de las autoridades estatales y limitaba su explotación del campesinado, sentando la línea de una futura evolución. Para su cumplimiento se establecía un sistema de inspección distinto del de los recaudadores de impuestos, nombrados por el emperador, y que tampoco dependía de los gobernadores militares de las provincias, lo que reforzaba la autoridad del chogunado.

La corte coreana se trasladó a la pequeña isla de Kanguja, donde pretendió prolongar la resistencia, mientras los monasterios y palacios eran incendiados. Finalmente, el hijo del rey viajó a la corte mongol en China, donde acordó con Jubilai, recientemente elegido Gran Jan, recuperar el trono, convertido en una especie de marioneta de los mongoles. Las calumnias y sospechas por ambas partes dificultaron la lealtad a los acuerdos. Tras un agrio debate la corte acordó imitar el peinado, vestimenta y moda mongola. En el 1.234, los mongoles completaron la ocupación del reino Chin de los ju-chen. Con lo cual establecieron frontera con el imperio Sung, con quienes habían pactado una alianza contra aquellos. Así que respetaron el límite del río Juai, que dichos reinos habían acordado un siglo antes. Y también porque los mongoles prefirieron expandirse hacia los pequeños Estados europeos. Ese mismo año Prusia pasó a formar parte del Patrimonium Petri, es decir, dominio papal, que Gregorio IXº enfeudó a la Orden Teutónica, sus conquistadores y fundadores. Enrique VIIº, quizás disconforme con la política principesca de su padre en Alemania, se rebeló contra él. Federico IIº se presentó en Alemania sin ejército, quizás con el apoyo de los nobles, encarcelando a su hijo de por vida. Se vio obligado por las circunstancias a hacer lo contrario de lo que pretendía: invadir Italia desde el Norte basándose en el ejército imperial, es decir, feudal, igual que habían hecho sus predecesores. En la Dieta de Maguncia declaró la guerra a los lombardos. En el 1.236, Sancho IIº de Portugal completaba la conquista del Algarve, concluyendo la reconquista para su país, antes que ningún otro reino ibérico. Esto le daría ventaja en su desarrollo económico y científico, previos al expansionismo extrapeninsular, al considerarse liberado de las “guerras contra el infiel”.

Fernando IIIº “El Santo”, tomaba Córdoba, dificultando la llegada de refuerzos andalusíes al montuoso reino de Jaén. El mongol Batu, hijo de Dietchi, y sobrino de Ogodei, el tercer hijo de Yenguis Jan, derrotó a los cumanos y búlgaros del Volga. En 1.237, Federico IIº hizo que se eligiese Rey de Romanos a su hijo Conrado. Se alió con el margrave de Verona, jefe del Partido gibelino, es decir, los partidarios del emperador. Esto le aseguraba la comunicación con Italia, a través del paso del Brennero. Derrotó a Milán, pero sus exigencias eran tan desmedidas que las negociaciones de paz se interrumpieron. Quizás el Papa interviniese en ello. Las aspiraciones del emperador eran claras: imponer un imperio centralizado en toda Italia. Lo cual no sólo chocaba con los intereses de las ciudades libres italianas y sus Ligas, sino que evidenciaba su ambición de reconquistar los Reinos Pontificios. Por si fuera poco, casó a su hijo ilegítimo Enzio con la heredera del trono de Cerdeña, y lo hizo coronar rey, cuando la isla, como todas, según el “legado de Constantino”, era feudo papal. Al fracasar Federico IIº en su asedio a Brescia, Gregorio IXº aprovechó para aliarse con Génova, Venecia y los lombardos, excomulgarlo de nuevo y declararle la guerra. Federico IIº invadió de inmediato la mayor parte de los Reinos Pontificios e impuso a toda Italia una administración única, centralizada. Esto extendió la guerra por toda la península. Como las excomuniones no daban resultado, la curia lo decretó corrupto, hereje y enemigo de Dios. En represalia, Federico IIº expulsó de su imperio a todas las órdenes mendicantes partidarias del Papa, ejecutó penas de muerte en muchos prisioneros, y trató de conseguir la alianza de todos los príncipes cristianos, declarando que el Papa era enemigo común de todos ellos: los pasos hacia el lutheranismo se sucedían irremisiblemente. Gregorio IXº reaccionó convocando un Concilio en Roma para declararlo oficialmente hereje. Pero los navíos genoveses que transportaban a muchos conciliares fueron apresados por la Flota siciliana, y los prelados resultaron encarcelados. Batu derrotó al ejército de los príncipes rusos en el río Sit.

En el 1.238, los mongoles invadieron Rusia, acabando con todas sus instituciones democráticas tradicionales. El imperio almohade volvió a dividirse entre benimerines, que ocuparon Marruecos, zayaníes, en Argelia, y jafsíes, en el resto del Ifriquiyia. En España se sometieron a los reyes nazaríes de Granada, reino que incorporaba las actuales provincias de Almería y Málaga, parte de la de Jaén, y la mitad mediterránea de Cádiz. O a los cristianos, estableciéndose sus emigrantes en dichos territorios como mudéjares. Durante dos siglos mantendrían sus propios estatutos, libertad religiosa, de costumbres, cultura, y favorables condiciones de vida. Jaime Iº completó la conquista del reino de Valencia. Expirado el Tratado entre el emperador Federico IIº y el sultán de Egipto, y debilitado el Santo Reino de Jerusalem por las divisiones entre los cristianos, los descendientes de Saladino comenzaron las destrucciones y saqueos. Aunque no se atrevieron a la conquista directa porque ellos mismos estaban en guerras por el reparto de su herencia. En 1.239, Batu atravesó el Dniéper y saqueó Kíev. Novgorod se había quedado fuera de las apetencias expansivas de los mongoles. Suecia, Dinamarca y Alemania intentaron adueñarse del principado, que parecía sin capacidad de resistencia. Pero no fue así. El príncipe Alexander, en 1.240, consiguió derrotar a los suecos en el Neva, por lo que recibió el apelativo de Nevski, y el acceso al Golfo de Finlandia. En el 1.241, los mongoles conquistaron Hungría y Valaquia, penetraron en Polonia y devastaron Silesia, aniquilando un ejército polaco-alemán en Liegnitz. Sólo la súbita muerte del Gran Jan (en mongol jagán) Ogodei, tras la que sus huestes retrocedieron, posiblemente para participar en la asamblea de la confederación de sus tribus para elegir a su sucesor, salvó al resto de Europa.

Aunque sometieron a tributo a todos los reinos limítrofes. Le sucedió su hijo, Guyuk. Sin embargo, el imperio mongol se subdividió en varios “ulus”, que reclamaban cada vez más autonomía. Los ocupantes del Sur de Rusia fueron los tártaros, aunque hoy se tiene claro que éstos eran de lengua y raza turcas. Impusieron en su territorio un régimen terrorista, similar al que los sionistas imponen hoy en Palestina: cualquier intento de mejorar las condiciones de vida era ahogado en sangre. En 1.242, Alejandro “Nevski” consiguió una aplastante derrota sobre la Orden Livonio-Teutónica, en el lago helado Peipus. Con ello fijó las fronteras que delimitarían Rusia por siglos. A la muerte de Gregorio IXº se tardaron dos años en elegir nuevo Papa. En 1.243 fue coronado Inocencio IVº, que trató de negociar con Federico IIº. Al resultar imposible huyó a la Corte de Luis IXº de Francia, a través de Génova. En 1.244, el sultán de Egipto, el ayubí al-Salij, reunió un ejército de esclavos comprados en el Mar negro por la dinastía kurda de Saladino, conocidos como mamluk (castellanizado como mamelucos) que luchaban como mercenarios, con los que derrotó a sus primos, que dominaban Siria, y, finalmente, reconquistó Jerusalem, expulsando a los francos de Palestina. Con ello eliminó el peligro occidental para centrarse en resistir el empuje mongol, que se le venía encima. Jaime Iº, reconociendo acuerdos anteriores, permitió que Fernando IIIº conquistase Murcia, lo que cerraba el paso a mayor expansión peninsular aragonesa. Incluso le ayudaría más adelante a mantener dicho dominio. Con ello Aragón se convertía en el segundo reino peninsular en concluir la “guerra contra el infiel”, lo que le permitía conseguir ventaja en el desarrollo económico y cultural, e iniciar el expansionismo extrapeninsular, por delante de los demás reinos hispánicos. Sa-kia Pandita, abad del monasterio de Sa-kia, en el Tibet, se convierte en el primer rey-lama de dicho país. Amigo del príncipe mongol Godan, convirtió al buddismo a muchas de sus tribus, e inventó la escritura mongol, derivándola de la tibetana, con lo que reproducía la labor del obispo Kiril al crear el alfabeto cirílico para los eslavos. A partir de tal posición amistosa, Jubilai lo nombraría soberano político, es decir, virrey, del Tibet, aunque bajo dominio mongol.

En 1.245, Inocencio IVº convocó un Concilio en Lyon, de muy escasa asistencia, que declaró hereje (¿cuáles eran sus postulados teológicos heréticos?) y depuesto al emperador, y asumió directamente el nombramiento de todas las prelaturas. Con todo ello la acusación de herejía perdió bastante seriedad, y se evidenció como un arma política, así como las investiduras eclesiásticas, por las que tanto habían luchado anteriores pontífices y eclesiásticos: Europa seguía avanzando hacia el lutheranismo. Al mismo tiempo, el Papado se enredaba en las luchas políticas italianas, mientras los mongoles avanzaban por el Este europeo. Se fundó la Universidad de Valencia, la cuarta de España, sólo siete años después de su conquista a los andalusíes. En 1.246 Fernando IIIº conquistó Jaén, y consiguió el enfeudamiento del reino nazarí de Granada. Juan IIIº Vatatzes, que había sucedido a Teodoro Lascaris como rey de Nicea, conquistó Salónica, la segunda ciudad en importancia del Imperio Bizantino. En el 1.247 la masa monetaria china importaba 329 millones de cordones de mil piezas de cobre, lo que produjo una inflación de precios galopante. El vencimiento fijo de los billetes permitía al Estado chino despreocuparse de ellos, hasta que se acercaba la fecha de pago, que resultaba angustiosa. Así que terminaron convirtiéndolos en pagaderos a la vista y, más tarde, se anuló su convertibilidad en metales preciosos. Como se acordó en “El bosque Bretón” [2] para el resto del mundo, a causa de la IIª Guerra Mundial, excepto para Estados Unidos, que se vio obligado a hacerlo más tarde, acuciado por la guerra de Vietnam. Los principales afectados por la inflación china fueron los funcionarios subalternos. No ocurrió lo mismo con los altos funcionarios.

Además de su sueldo, libre de impuestos, obtenían las rentas de los territorios vinculados al cargo, de sus propios negocios privados, que les estaban permitidos, el fraude fiscal, los sobornos y la corrupción. Llegaron a ser una facción separada de los grandes propietarios, con una gran movilidad social, tanto por la posibilidad de ascenso, sin restricciones, mediante, oposiciones, como por la tradición china de repartir las propiedades entre todos los hijos, lo que producía una gran rotación en la concentración del poder económico, social y político, para tranquilidad del poder imperial, que ya tenía bastante con el resto de sus obligaciones. Tanto por inquietud cultural, por su esmerada educación, como distracción como para conseguir tales fines, cultivaban las artes, el mecenazgo, los banquetes y las demostraciones de lujo. Por tantos lujos e inflación de precios se llegó a pagar hasta 800 cordones de mil piezas de cobre por la compra de una esclava concubina. Explotaban sus tierras en forma de granjas, como grandes haciendas, lo que permitía una mayor productividad que el latifundismo europeo cedido en aparcería, colonato, arrendamiento o cultivo compartido por la servidumbre de la gleba, como latifundios cerealistas o minifundios parcelados. Todas estas figuras jurídicas también se extendieron por China, y a ellas se recurría para lograr objetivos de gran envergadura, como la roturación de zonas anegables, o las mejoras de las tierras de labor, mediante el drenaje, la irrigación y el abonado. Las medidas racionalizadoras, la aparición de nuevas herramientas, técnicas de cultivo, de riego y nuevas especies de cereales, que permitió que en muchas zonas se consiguiesen dos cosechas anuales, junto a la implantación rural de hilaturas y telares, consiguió un enorme crecimiento de las rentas, incluso de los arrendatarios dependientes y los campesinos libres, que llegaban a la mitad de la población agraria. Sin embargo, éstos sufrían toda la presión impositiva. Durante esta época, China se convirtió en el imperio burocrático por antonomasia: el número de funcionarios se decuplicó. Todo el mundo, de todas las clases sociales, quiso ser alto funcionario, y tenía opción a conseguirlo mediante oposiciones. El emperador se hacía llamar “administrador”.

Había tres “superministerios”: el de economía, el de finanzas y el del ejército. Los militares perdieron su propia administración, y la posibilidad de interferir en el poder civil. Conrado, hijo de Federico IIº, se casó con la hija del duque de Baviera, y se anexionó Austria, con lo que su padre obtuvo un sólido apoyo. Con ello se planteó apresar al Papa. Sin embargo, su ejército no logró salir de Italia, al ser derrotado en el 1.248 en el asedio de Parma. A su muerte, su hijo Conrado heredó el reino de Sicilia. Luís IXº reorganizó meticulosamente la administración de justicia, posiblemente atraido por los éxitos ingleses en dicho terreno, pero se reservó para sí la posibilidad de ejercer como juez supremo. Su celebrada imparcialidad hizo que otros reinos pidiesen su arbitraje. A pesar de ser incondicional seguidor del Papado, se mantuvo al margen del enfrentamiento de éste con el emperador Federico IIº. Distinta fue su perspectiva respecto de los “infieles”, complicándose en la VIIª Cruzada. Su madre, Blanca de Castilla, volvió a encargarse de la regencia, mientras él se dirigió a Damieta, un próspero puerto en el Delta del Nilo. La idea, igual que en la Vª Cruzada, era conquistarlo e intercambiarlo por Jerusalem.

Con la ayuda del tributario reino de Granada, talando el bosque de pinos que rodeaba la ciudad, cortando el suministro de agua, a cielo abierto (los “Caños de Carmona” y el acueducto romano de Alcalá de Guadaíra) o subterráneo (la “Mina”, localizada por un centinela, y en la que, con gran ceremonia, invocando “Valme, Señora”, a la “Virgen de Los Reyes”, en la actual barriada de Nuestra Señora de Valme, hincó su espada el rey, haciendo brotar el agua como si se tratase de un milagro) construyendo la primera armada castellana, para impedir la llegada de refuerzos desde Triana, y que se tomase agua del río, rompiendo el puente de barcas y la cadena que lo unía a la Torre del Oro y que cerraba el paso a las naves no autorizadas, utilizando grandes buques con proa acorazada, más una epidemia de cólera en Sevilla, por beber insalubre agua de pozo durane el verano, la ciudad acabó capitulando ante el invasor Fernando IIIº.


[1] Ibn Rus, es decir, Hijo de Ruiz, de ascendencia andalusí.

[2] Bretton Woods, en 1.944, y, en 1.972, para Estados Unidos.

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