1.814: La Revolución Francesa, derrotada

Fue Prusia la que tomó la iniciativa, movilizando todas sus fuerzas. Siguiendo los consejos de Hardenberg y Scharnhorst, se firmó un pacto militar con Rusia. En marzo, el rey de Prusia declaró la guerra a Francia, lanzando la proclama “A mi Pueblo” (An mein Volk) y estableciendo la cruz de hierro como medalla al mérito militar. Tales hechos, tanto como la llegada de las tropas rusas a Berlín y Hamburg provocaron el entusiasmo popular. En la primavera, los ejércitos francés y prusiano, reclutados rapidísimamente, tomaron contacto en Grossgörschen y Bautzen. Napoleón consiguió las victorias con grandes esfuerzos. En mayo, Bernadotte decidió entrar en guerra contra Francia, apreciando una oportunidad para demostrar que nada le ataba a su antiguo país, y sacar todo el provecho posible de la situación, para su nuevo país y para él mismo. En junio, Gran Bretaña, continuando con la estrategia inquebrantable de Pitt, que había muerto 7 años antes, se aprestó a llevar su ejército a Centroeuropa. En agosto, Austria se sumó a la nueva coalición. Napoleón ofreció el armisticio, lo que, en Santa Elena, calificaría como el mayor error de su vida. No parece muy justificado, por mucho que fuese un signo de debilidad, que afianzó a sus oponentes. Así, desde el 16 al 19 de octubre, se desarrolló, cerca de Leipzig, la que se llamaría batalla de las Naciones, dada la diversidad de procedencias de los combatientes. En ella se produjeron 100.000 bajas, entre muertos y heridos. La coalición resultó vencedora, aunque los franceses consiguieron replegarse y cruzar el Rin. Ante ello la Confederación del Rin se disolvió, y Holanda, Dinamarca, el Norte de Italia y Nápoles se declararon independientes de los franceses. Anselm Feuerbach propuso una reforma del código penal bávaro. Con todas sus reformas, Baviera se había convertido en el más moderno de los Estados centroeuropeos. Sin embargo las medidas secularizadoras concitaron una fuerte oposición popular.

De modo que terminó convirtiéndose en un Estado autoritario y policíaco: incoherencias de la Historia. Es lo que ocurre con las reformas “desde arriba”, sin un poder democrático, popular, que las respalde. Con lo cual el conde Montgelas acabó oponiéndose a la existencia de una Constitución y órganos representativos. En España, desmoralizados por las noticias que llegaban desde el resto de Europa y el continuado ataque guerrillero, los franceses fueron empujados por el ejército español, junto con sus aliados británicos, que les derrotaron en Arapiles, Vitoria y San Marcial. Napoleón, aprovechándose del cautiverio de Fernando VIIº, que desconocía lo que estaba ocurriendo, firmó con él un Tratado de Paz, por el que lo dejó en libertad para volver a España. En su ignorancia de los acontecimientos debió considerarlo un milagro. Así que ésta se retiraba de la coalición y sus ejércitos no cruzaron los Pirineos, lo que sería considerado por las potencias vencedoras como acuerdo por separado, de modo que, a pesar del inmenso y prolongado esfuerzo para conseguir la derrota de Napoleón, no obtuvo ninguna de las compensaciones que aquellas se repartieron. Lo mismo harían con la República Federativa Socialista Asamblearia de Rusia 105 años después. Dado el apoteósico recibimiento popular que se encontró, la exaltación nacionalista ante la liberación de su rey prisionero, Fernando VIIº se vio respaldado para anular todas las decisiones, tanto de los Bonaparte como de las Cortes de Cádiz e incluso del Gobierno de Godoy y sus simpatizantes (por ejemplo, la Ley que permitía el retorno de los judíos sefardíes y les daba libertad para practicar su religión) especialmente ambas Constituciones, restableciendo el feudalismo, el absolutismo, la pleitesía a la Iglesia Católica, e incluso la Inquisición. Aunque no hizo nada contra los aristócratas y alta burguesía que habían colaborado con los Bonaparte y que se le sometieron, persiguió con saña a los liberales que habían encabezado la guerra contra Napoleón, a quienes, en defnitiva, debía la recuperación de su trono, perdido de forma tan ignominiosa, y a los que se acusó de “afrancesados”. Es posible que temiera que éstos propagasen la correspondencia con Napoleón, publicada por éste en un periódico, para desprestigiarle ante los que luchaban en su nombre. En ella le felicitaba por cada una de sus victorias, con adulación y servilismo.

Tampoco se atrevió, en cambio, con los que habían formado el ejército español contra los Bonaparte, a los cuales mantuvo en sus puestos. Con ello un núcleo de Oficiales liberales se considerarían con el poder suficiente y la obligación de defender sus postulados, que no encontraban ninguna otra via adecuada, iniciando el convulso siglo decimonono español, plagado de pronunciamientos militares, en principio liberales, aunque, cada vez más, se harían reaccionarios. Mientras Faz Ali continuaba su guerra contra Rusia, Napoleón comenzó a ayudarla. Este hecho, que, aparentemente, debería beneficiar a Irán en sus objetivos, produjo un efecto carambola, puesto que, de inmediato, Gran Bretaña pasó a ser aliada de Rusia contra Francia, Faz Ali se quedó sin ayuda británica y terminó siendo derrotado, por lo que tuvo que firmar la Paz de Golistan. Por ella Persia cedía Chirvan, Baku y Darband a Rusia, además de importantes privilegios comerciales. En China se produjo la rebelión de la secta Orden Celeste, otra más de las insurrecciones del extenuado campesinado. Junto con la de la liga Nien, que se extendió por las provincias de Junan, Anjui y Chandong, y la Sociedad Trinitaria, en el Sur de China, y la ya sofocada del Loto Blanco, fueron antecedentes de la más peligrosa de los T’ai-p’ing. Rusia y Japón intercambiaron prisioneros consecuencia de los distintos ataques realizados por aquella en los años anteriores. La muerte de Tecumsej desbrató la federación de tribus indias. Lo cual no trajo la paz, sino que hizo que la guerra se extendiese por los Estados de Georgia, Luisiana, Indiana y Ohio. No terminó hasta que los crik y los jorsejoe bend no fueron derrotados por Andrew Jakson. Los delauer, maiami, seneca, chouni y uaiandot acordaron una segunda Paz de Greenville con Harrison. Morelos llegó hasta Acapulco. En Chilpancingo convocó un Congreso constituyente, que proclamaría la independencia de Méjico el 6 de Noviembre. Bolívar inició su segunda campaña independentista, ayudado por Camilo Torres y Antonio Nariño. En Trujillo firmó el Decreto de “guerra a muerte”. Entró triunfalmente en Caracas, en la que denominó “Campaña Admirable”, recibiendo de su Ayuntamiento el título de Libertador. Con ello se instaura la IIª República Venezolana. Frente a ella se movilizan los llaneros -ganaderos, realistas- Boves y Morales. En Colombia, Nariño proclamó la independencia del altiplano de Cundinamarca (deformación del quechua Kuntur marka, o “Nido del cóndor”) contra la que se enfrentaría Torres, partidario de una federación de toda Nueva Granada. Juan Del Moral proclamó la de Antioquia (en quechua “Montaña de oro”) apoyándose en un Congreso permitido por el Gobernador español. Ante el mismo, presentó un proyecto de Ley por el que los hijos de las esclavas serían libres. Tras consolidar su independencia, Argentina trató de conquistar el Alto Perú (actual Bolivia) pero su expedición fue rechazada por el General Pezuela. En 1.814, Prusia promulgaba una ley de defensa nacional que imponía el servicio militar obligatorio. Comprendiendo lo que ocurría, en enero, Murat pactó con Austria, con lo que se aseguraba su permanencia como rey de Nápoles, desligándose del destino de su cuñado. En primavera ya se combatía en suelo francés. Sin embargo Napoleón continuaba cosechando triunfos, en Brienne, Champaubert, Montmirail, Monereau, etc., frente a Blücher y Schwarzenberg. También Wellesley, que había sido designado vizconde de Wellington -así como de Talavera, por las Cortes de Cádiz- dos años antes, tras su victoria en Talavera de la Reina sobre José Iº Bonaparte, ascendido a conde de Wellington por su éxito en Los Arapiles, tras la toma de Madrid a marqués de Wellington, y tras el triunfo en Vitoria, a Mariscal de Campo, fue derrotado en Toulouse. Por iniciativa del Ministro de Asuntos Exteriores austríaco, el príncipe Metternich, se reunió un congreso de paz en Châtillon, que finalizó sin acuerdos. Las tropas coaligadas entraron en desavenencias respecto de la táctica unitaria que debían emplear. Tras resolverlas volvieron a unir sus fuerzas, con lo cual entraron en París el 31 de marzo. Napoleón se refugió en Fontainebleau.

El 1 de abril, el Senado eligió Presidente de un Gobierno provisional a Talleyrand, que firmó el armisticio con los triunfadores. El 6 de abril un grupo de Oficiales obligó a Napoleón a abdicar en el Rey de Roma, su hijo, Napoleón IIº, entonces de 3 años de edad (si a Napoleón Iº se le conoció por “El Aguila”, por su símbolo imperial, copiado, como tantas otras cosas, de los romanos, a Napoleón IIº se le motejó como “El Aguilucho”) como Emperador de los Franceses, al convencerlo que con los 100.000 hombres que le quedaban (había perdido 570.000 en Rusia) además de la traición del Mariscal Marmont, que pactó con la coalición la retirada de sus tropas de París, y de su hermano José, gobernador de dicha ciudad tras la abdicación del trono español forzada por su hermano, según lo que había pactado, en Fernando VIIº, que se negó a armar una milicia civil y la rindió, no podía enfrentarse al medio millón de coaligados. Pero Tayllerand, tan rastreramente como se comportó toda su vida, recomendó no hacer caso de las abdicaciones del emperador, como si no hubiesen ocurrido, forzándole a abdicar de nuevo, pero esta vez incondicionalmente, renunciando a todos los nombramientos de él o de los miembros de su familia. A cambio, las potencias vencedoras le otorgaron el Principado de la isla de Elba, en las costas italianas, con una guardia de honor de 800 hombres. Es posible que en ello influyese toda la propaganda que habían hecho en contra del guillotinamiento de un rey, de Luís XVIº, lo que a Gran Bretaña le traía recuerdos de su propia experiencia revolucionaria, y que de ninguna forma pretendía justificar. Que un juicio contra el emperador de Francia pudiera utilizarse como antecedente para que otros revolucionarios o golpistas pudiesen enjuiciar a otros monarcas. En realidad era consecuencia de la concepción, aún no superada, del derecho divino de los reyes, al que Napoleón, al concederse a sí mismo la dignidad imperial, con la presencia y aquiescencia del Papa, debían admitir que había asumido. Así que, de alguna forma, era una especie de enseñanza de que a los reyes no se les puede juzgar, y mucho menos decapitar, por si hubiese más revoluciones en el futuro.

Y, también, dar una esperanza de que Napoleón podía seguir figurando en el “concierto de las naciones”, en el que todo el mundo (europeo) podía interpretar su partitura, incluso sus solos, con la estridencia de que fuese capaz, destacando en la medida en que pudiera. Y hasta retornar un día de su “principado”, si así el pueblo lo consintiese. Con tal ilusión, que, en el fondo, todos consideraban imposible, se trataba de aplacar a los franceses, a los revolucionarios y a los fanáticamente leales a la figura imperial, conseguir su sumisión, que cesaran en una lucha indomable por defender a su ídolo, al que se le presentaba como que los había abandonado, que había preferido el exilio, antes que la guerra a muerte, para alivio de muchísimos. Luis XVIIIº, hermano del anterior monarca (el Delfín, Luis XVIIº, no apareció: su supone que se marchó a Estados Unidos, donde, si fue así, debió vivir bajo un nombre falso, puesto que no se ha encontrado el menor rastro) reclamó sus derechos dinásticos, apoyado por la coalición y por Talleyrand. Para que el pueblo aceptase su entronización, aconsejado por Talleyrand, otorgó (Carta Otorgada) una “Carta (o mapa de intenciones o privilegio) Constitucional” semi-liberal, aunque comenzó restableciendo parte de los títulos y privilegios, aristocráticos y eclesiásticos, que habían sido abolidos. Por dicha Carta, el rey se reservaba el poder ejecutivo, íntegramente, y el legislativo, excepto lo relacionado con la recaudación de impuestos (no sobre su aplicación, los gastos del Estado, el control de los mismos y el cumplimiento presupuestario) que se concedía a una “representación del pueblo”, formada por la aristocracia, la Iglesia y la alta burguesía, en una primera Cámara. Es decir, era el retorno a lo que había sido el parlamentarismo inglés desde siglo y medio antes. Si bien otra Cámara estaba destinada al resto de clases acomodadas y a la burguesía culta, una especie de intelectualidad, semejante a lo que había hecho Napoleón. En todo caso se trataba de un derecho electoral censitario. Por supuesto el voto no estaba vinculado a ningún mandato de los representados, como ocurría con los burgueses en las Cortes del antiguo régimen y durante la Revolución Francesa.

Se garantizaban algunos derechos fundamentales, como las libertades personales, de residencia, de trabajo (lo cual era un impedimento a la recreación de los gremios y sus exámenes de acceso, aprendizaje, oficialidad o maestría para ejercer un oficio) igualdad ante la ley (aunque relativizada por distinciones de cuna, propiedad, religión o cultura, la cual, lógicamente, era consecuencia directa de las diferencias educativas, de cuna y propiedad) y la libertad de expresión, incluida una amplia libertad de imprenta. No se trataba de una muestra de magnanimidad o de adscripción ideológica, sino de una calculada maniobra para atraerse el apoyo popular. Quizás podría interpretarse del mismo modo la intecionalidad de las Constituciones otorgadas por Napoleón, pero éste fue mucho más lejos en los derechos, representatividad y poder legislativo cedidos, así como en terminar con los privilegios aristocráticos y eclesiásticos, con un claro posicionamiento ideológico que no puede sino considerarse enciclopedista, revolucionario. El nuevo rey confirmó los titulos y derechos nobiliarios otorgados por el emperador, en otra maniobra condescendiente, buscando conseguir apoyos, o, al menos, no fomentar su oposición. Mantuvo la estructura administrativa y eligió Ministros liberales y moderados. Entre éstos a Tayllerand, que defendería en el congreso de Viena el principio de la legitimidad dinástica. Para consolidar al nuevo soberano en el poder, las potencias triunfadoras firmaron en París unas condiciones de paz moderadas, aunque los límites de Francia volvieron a los de 22 años antes. Lo que significaba llevar sus fronteras hasta el Rin. Para entonces se utilizaban máquinas de vapor en las minas para accionar las bombas de achique de las inundaciones de las galerías, así como los elevadores y montacargas, y, a través de una serie de poleas, arrastrar las vagonetas.

Stephenson, que ya era ingeniero-director de mina, diseñó una locomotora de vapor, que se desplazaba junto con las vagonetas, dentro y fuera de las galerías, por lo que podía transportar el mineral directamente hasta cualquier destino, distancia, altura y por revueltas que diese el camino, siempre que los raíles condujesen hasta allí. Una asamblea se reunió en Eidsvoll, al Noroeste de Oslo, proclamando una Constitución y la independencia de Noruega. Mientras tanto, por la Paz de Kiel, Dinamarca la cedía a Suecia, con la perspectiva de recibir, en compensación, la Pomerania sueca. Ante lo cual se reunió una Storting (asamblea deliberante y legislativa formada por funcionarios y terratenientes) extraordinaria que aprobó la anexión de Noruega a Suecia, siempre que Carlos XIIIº jurase la Constitución de Eidsvoll. Por ella, la Storting, a imitación de la Constitución sueca, aunque en sustitución de su Dieta de los cuatro estamentos, acaparaba el poder legislativo, si bien se otorgaba al rey el veto suspensivo de las leyes que no deseara aprobar, y el control sobre el Consejo de Estado, nombrado por éste. Esta unión perduraría 91 años. El Estado centroalemán de Nassau estableció una Constitución basada en la “Carta Constitucional” de Luis XVIIIº. El rey de Prusia también se comprometió a aprobar una Constitución, lo que incumpliría. En septiembre, bajo la presidencia de Metternich, se inició el congreso de Viena. Su idea inicial era la reposición de las dinastías que habían sido derrocadas.

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