La internacionalización de la guerra española

 

Mientras tanto, quizás para difuminar la evidencia de su maniobra dilatoria, dado que sus planes políticos se cumplían a la perfección, ordenaba al Ejército del Centro que tomara posiciones para asaltar Madrid, aunque si llegar a ello. No hubo ningún avance desde Toledo, aunque, desde Maqueda, alcanzaron Escalona y San Martín de Valdeiglesias, hacia el norte, en dirección Avila-Salamanca, y, en dirección directa a Madrid, Santa Cruz, el único auténtico avance con tal objetivo, señalándolo, pero sin comprometerse en el asalto. La primera medida de Franco fue disolver la misma Junta de Defensa Nacional que le había nombrado, bajo tal engaño, “Jefe del Estado”, reemplazándola por una Junta Técnica del Estado, con la pretensión de tomar las riendas del control político, pero encargándole su presidencia al General Dávila, posiblemente en premio, o por las cualidades demostradas, al convencer a los demás Generales, los únicos que podían decidir en la dictadura militar que instauraban, que votasen por Franco. Sin embargo no terminaba de fiarse del monárquico Kindelán, que había realizado el mismo papel. Franco, que en Marruecos  despreciaba  los  actos  litúrgicos  -recuérdese que llegó a solicitar el ingreso en la masonería, aunque fue rechazado: quizás su persecución contra la misma sea similar a la de Nerón contra judíos, cristianos y otras sectas mistéricas, resucitadoras, desde que fue rechazado por la sadomasoquista de la ciudad de Eleusis, por su comportamiento poco virtuoso- se hizo un auténtico “meapilas” para atraerse a la Iglesia y los ultracatólicos, especialmente a los carlistas, quitándole apoyos a Mola.

 

La camarilla de Franco empezó a asemejar la guerra civil con la reconquista, y el lema nazi Ein Volk! Ein Reich! Ein Führer!, que los falangistas habían traducido por “Una Patria, un Estado, un Caudillo", lo convirtieron en “Una Patria: España. Un Caudillo: Franco”. Mientras tanto, el mismo 1 de Octubre, en la España aún democrática, el Congreso aprobó el Estatuto de Autonomía vasco. Los anarquistas sólo mantenían su poder real, de importancia, en el Consejo de Defensa de Aragón, bajo la presidencia de Joaquín Ascaso, y controlado por la Federación Anarquista Ibérica: organizaba la producción y el consumo, fijaba los salarios, la exportación de aceite, frutos secos y azafrán, y la importación de artículos agrarios deficitarios en Aragón, a pesar de las exigencias del Presidente Azaña de que desapareciese, a las que se sumaban el sector prietista del PSOE y los comunistas. La primera ayuda gubernamental que recibió el bando republicano español provino del General Lázaro Cárdenas, que había institucionalizado en Méjico una revolución moderada, conciliadora. Con los 20.000 fusiles Mauser, 20.000.000 de cartuchos y alimentos que envió, los milicianos pudieron defender Madrid de los mercenarios marroquíes “regulares”. La camarilla de Franco, sufragada por la Secretaría de Prensa y Propaganda, dirigida por Millán-Astray, empezó a propalar que se le denominase caudillo, y que se le aclamase como “¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!”, precisamente con la misma musiquilla que los alemanes gritaban “Hitler! Hitler! Hitler!”, o los italianos Duce! Duce! Duce! Una Comisión de Cultura y Enseñanza se entregó a José Mª Pemán, presidente de Acción Española, quien, de inmediato, comenzó la represión de maestros, profesores y catedráticos. Una vez que triunfó su extorsión, que obtuvo el poder absoluto, Franco se decidió a atacar Madrid. Parecía cantado que, en cuestión de días, la República iba a perder el control de su capital, con todo lo que ello significaría de propaganda para Franco y sus partidarios.

 

Así lo consideraba el propio Gobierno legítimo. Pero una serie de acontecimientos vinieron a cambiar la situación. El más importante, a mi parecer, fue la decisión del Partido Comunista de enfrascarse en la defensa numantina de la capital. Así, adoptaron el lema de que Madrid sería la tumba del fascismo. Algo modificado repetiría la propaganda militar soviética a las tropas alemanes sitiadas en Stalingrado. Si los fascistas retrocedían a tiempos de la reconquista (¿De qué? ¿Qué tenían antes que hubiesen perdido? ¿Qué querían reconquistar? ¿De quiénes? ¿Y para quiénes?) el PCE invocaba una nueva guerra de la independencia contra el fascismo internacional. Por entonces el PCE había pasado de unos 38.000 militantes a 200.000, según sus propios datos, superando el número de afiliados al PSOE. De ser ciertas tales cifras, aunque sólo contaban con 14 diputados (tras haber sufrido el fusilamiento de tres de ellos por los fascistas: recuérdese que, como las elecciones se habían realizado en una candidatura unitaria, de Frente Popular, su sustitución no garantizaba que mantendrían tal número de escaños, dependiendo del Partido al que perteneciese el siguiente candidato de la lista) su ascendencia era innegable. Pero, más aún, su posibilidad de influir en la opinión pública internacional, a través de la KOMINTERN. Efectivamente se creó un sentimiento popular, en toda Europa, ante el desvalimiento de la España democrática, que ponía en peligro el último intento de consolidarla, tras tan repetidos fracasos anteriores. El 3 de agosto, a las peticiones de solidaridad internacional con España, la Internacional Comunista añadió, por primera vez, la de combatientes para mantener la democracia en España.

 

Sólo unos días después comenzaron a llegar los primeros, que se integraron en el PSUC, formando la centuria Thaelman, que dirigía un parlamentario alemán, del Comité Central del Partido Comunista Alemán, fugado de la prisión de Dachau, donde lo había encerrado Hitler tras la ilegalización de su Partido, acusado del incendio del Parlamento Imperial. En Barcelona se encontraban muchos liberales e izquierdistas, llegados para presenciar o participar en las Olimpiadas Populares, que no llegarían a celebrarse, como oposición a las de Berlín, y que se ofrecieron para defender la República. Constituyeron un núcleo de unos 5.000 voluntarios extranjeros, dispersos por diferentes unidades, que no se integraron en las Brigadas Internacionales, y que también deben tenerse en cuenta. El 18 de septiembre, dos meses después de la sedición fascista, se resolvió el reclutamiento de obreros de todos los países, con experiencia militar. Pero no fue hasta finales de dicho mes cuando el Partido Comunista Francés, lo inició efectivamente. Le apoyaron la Confederación General del Trabajo francesa, el Socorro Rojo Internacional, Amigos de la Unión Soviética, Rot Front, el movimiento Paz y Libertad, el Partido Laborista Independiente británico. El Partido Comunista Francés, junto con miembros del italiano en el exilio y el yugoslavo (croata) Yosif Bross, apodado Titus, que se encontraba en París, organizaron el reclutamiento en dicha ciudad. Como segundo de André Marty, máximo dirigente del P.C.F., y miembro del Comité Ejecutivo de la KOMINTERN, se designó a Luigi Longo, apodado Gallo. A Giuseppe Di Vittorio, apodado Nicoletti, se le nombró jefe de los comisarios políticos. La KOMINTERN negó que los comunistas que llegaban a París desde toda Europa respondiesen a la organización de una recluta, manteniendo que las Brigadas Internacionales se habían formado de modo espontáneo, por demócratas antifascistas.

 

Esmond Romilly, sobrino de Churchill que formó parte de las Brigadas Internacionales, escribió en 1971, en su libro “Boadilla”, que los comunistas franceses recibieron una buena bronca por gritar “¡Vivan los Soviets!” Traer a España voluntarios de Europa central y oriental, en un continente partido en dos por la barrera nazi, clero-fascista y fascista, alemana, austriaca e italiana, el Eje Berlín-Roma, era sumamente difícil. Los polacos en el exilio, por culpa del dictador socialdemócrata General Pildsuski, los húngaros, fugitivos del dictador Almirante Horthy, y los rumanos, de la Guardia de Hierro, se dirigieron a París. Titus organizó el “ferrocarril secreto”, por el que los yugoeslavos engañaban a la policía realista utilizando pasaportes falsos. También se alistaron “rusos blancos”, que intentaban así redimirse ante los bolcheviques, para poder regresar a su país. Para llegar a España debían esconderse en el carbón de las locomotoras o en las bodegas de los barcos, atravesar, caminando, campos y montañas, durmiendo a la intemperie, eludiendo las barreras y controles policiales. Durante toda la guerra se reclutaron entre 32 y 35 mil “luchadores por la libertad” en 53 países, aunque no llegaron a constituir fuerzas de combate de más de 18.000 voluntarios, simultáneamente. A mediados de 1938, entre muertos y retornados, la cifra disminuyó hasta los 12 mil. La mayor aportación fue francesa, que se aproximó a los 9.000 voluntarios. Le siguieron Polonia e Italia, con más de 3.000 cada una. Estados Unidos, Alemania y el conjunto de países balcánicos, con más de 2.000 cada uno.

 

Gran Bretaña y Bélgica se aproximaron a dicha cifra. La democrática Checoslovaquia superó los mil, acercándose a dicha cantidad los Estados bálticos, Austria, el conjunto de Estados escandinavos, Holanda, Hungría y Canadá. Suiza superó los cuatrocientos y Portugal los cien, superando los mil la suma del resto de países, con una participación inferior. El 26 de septiembre el 5º Regimiento reclamaba convertir cada casa, cada barrio, en una fortaleza contra la que se estrellase el enemigo. No sólo no había medios para ello, sino que el propio Largo Caballero parecía no comprenderlo, considerándolo una exageración, que desmoralizaría y preocuparía a la retaguardia, estimulándola a la huida, como la que él protagonizaría en poco más de un mes. El 3 de octubre, el Tribunal Popular de Alicante, formado por tres jueces y un jurado, inició el sumario, por conspiración para la rebelión militar, contra José Antonio Primo de Rivera, su hermano Miguel y la esposa de éste, Margarita Larios. Aquél se hizo cargo de la defensa letrada de los tres. Los buques soviéticos llegaban a España desde Crimen. En diferentes islas del Egeo se les cambiaba el nombre, la bandera, se le añadía una chimenea falsa o se modificaba la superestructura. Parte de la tripulación se disfrazaban de turistas, con sombrero, y paseaban por cubierta como si disparasen fotografías. Esta misma estrategia fue imitada por los buques corsarios, que llevaban escondidos cañones y tubos lanzatorpedos para robar y hundir a los barcos mercantes, alemanes, durante la II Guerra Mundial. Tenían prohibido hacer largos trayectos durante las horas de sol, y, una vez sobrepasado el Egipto dominado por los británicos, debían pegarse a la costa africana, para evitar, en todo lo posible, a los submarinos italianos. Muchos barcos fueron hundidos, con cargo al “oro de Moscú”, puesto que, ni los soviéticos ni los republicanos españoles podían protestar, ya que eso supondría reconocer la implicación de la URSA.

 

Antes de llegar a Argelia cruzaban el mar hacia Cartagena. Cuando los asesores navales soviéticos calculaban que se hallaban a menos de 48 horas, lo informaban a la Marina de Guerra española, para que les diesen apoyo. Esta experiencia se utilizó para planificar los convoyes de ayuda a la URSA durante la II Guerra Mundial. Y, en 1962, para enviar tropas y armamento a Cuba, bajo la dirección de Rodion Malinovski, entonces Ministro de Defensa soviético, “Malino” durante la guerra de España. Hasta el 4 de octubre de 1936 no llegó hasta el puerto de Cartagena el primer envío soviético de armamento, más de dos meses después de que Hitler y Mussolini comenzaran a remitir ingentes cantidades de material a Franco. Trajo 6 cañones ingleses de munición de 1 libra, con 6.000 obuses, 240 modernísimos lanzacohetes alemanes (un arma que sustituía con ventaja a los morteros, aunque con el inconveniente de que no podían ser transportadas a la espalda por infantes; sin embargo sólo era útil contra posiciones defensivas, estáticas, lo que no era el caso de la embestida franquista) con 100.000 proyectiles, y más de 20.000 fusiles, con 7.000.000 de cartuchos. El pueblo soviético hizo aportaciones para enviar ropa y alimentos a España, durante toda la guerra por valor de 274 millones de rublos de la época: la más cuantiosa ayuda humanitaria que la Península Ibérica ha recibido nunca. Aparte de los envíos de armamentos, que no fueron, en absoluto, gratuitos. Para ninguno de ambos bandos. Además Stalin creó un impuesto especial, con dicho fin, que, en realidad, sirvió para financiar el rearme soviético frente a la acometida alemana, y que se continuó aplicando hasta poco antes de la desaparición de la URSA. 

 

Unamuno, tras haber apoyado la llegada de la República, había terminado escorando hacia el fascismo, como muchos pequeño-burgueses, llegando a saludar la sedición como salvadora de “la civilización occidental, la civilización cristiana (…) amenazada”, lo que sería asimilado y machaconamente repetido por Franco, según su atávico y poco original modo de comportamiento, escaso de ideas e innovaciones a lo largo de sus 40 años de despotismo. Los asesinatos en masa perpetrados por el Comandante Lisardo Doval, que reprodujo en Salamanca su actuación en Asturias, tras la huelga general revolucionaria de 1934, sin que, ni siquiera los fascistas, puedan encontrar la menor “justificación” para ello, entre cuyas víctimas se encontraban Casto Prieto Carrasco, alcalde de la ciudad, José Andrés y Manso, diputado socialista; los de Salvador Vila, su discípulo predilecto, catedrático de árabe y hebreo de la Universidad de Granada, y García Lorca; que el periodista José Sánchez Gómez estuviese a la espera de ser fusilado; amenazado de serlo (lo sería en diciembre) Atilano Coco, Pastor de la Iglesia Reformada Anglicana y masón; y que estuviera secuestrado en la cárcel el doctor Filiberto Villalobos; todos ellos amigos suyos, por lo que visitó a Franco, en el palacio episcopal, para suplicarle clemencia por los que aún continuaban vivos, lo que no consiguió. Fue así como comprendió que, por muy criticable que le pudiese parecer el comportamiento de los republicanos, quedaba fuera de comparación con el de aquella horda de criminales salvajes. 

 

El 7 de octubre, bajo el legendario roble de la ciudad de Guernica, donde los gerifaltes vascos juraban, ante la aristocracia de los suyos, defender e imponer los Fueros, los concejales de la zona del País Vasco fiel a la República, eligieron a Aguirre como “príncipe” (en vascuence lehendakari, “el que ejerce el oficio de ser el primero”, en latín princeps, el más anciano, el más senil de los Senadores, el que principiaba la inauguración por los augures de un próspero periodo legislativo, presidiendo el cortejo y sentándose por delante de los demás) que, tras jurar defender el recién (e ilegalmente) aprobado Estatuto de Autonomía, nombró a sus Consejeros Autonómicos: 4 del PNV, 3 del PSOE, 1 de ANV, 1 de Izquierda Republicana, 1 de Unión Republicana y otro del PCE, respectivamente. A los anarquistas, muy implantados en San Sebastián y en las zonas de pescadores, no se les ofreció ninguna participación, que tampoco pidieron. Los nacionalistas, mucho más próximos a los sediciosos, especialmente a los carlistas, respecto del sentido social -éste, más bien escaso- económico y religioso, organizaron sus propias milicias, que denominaron Eusko Gudarostea, con un sentido múltiple, como todas las denominaciones de los nacionalistas vascos, haciendo uso de lo impreciso de su atávico lenguaje, entre peleón, bronquista, luchador y el pronombre de primera persona del plural: “los nuestros” o “lo nuestro”. No podían inscribirse en el mismo los izquierdistas o los que no fueran vascos, lo que evidencia su sentido exclusivista, fuera de la realidad o la conveniencia, racista, reaccionario, origen de su ideología separatista.

 

Ese mismo 7 de octubre, el Cuartel General fascista proclamaba contar con 150.000 combatientes. El envite de las tropas coloniales y mercenarias (Toledo fue “reconquistada” por marroquíes y la Legión Extranjera: eso es lo que los fascistas llamaban “Ejército Nacional”; ironías de las falsedades permanentes de la derecha) les había enfervorecido, de modo que los franquistas daban por hecho que el triunfo lo tenían al alcance de la mano: fechaban en el “Día de la Raza” la entrada en Madrid. Mola  aún concretó más: dicho día tomaría café en la Gran Vía madrileña. El Estado Mayor de Franco tenía prevista la celebración de tal victoria. Quizás el único que dudaba era el siempre irresoluto Franco: su experiencia en Marruecos había sido, casi siempre, en campo abierto, y, en las acciones contra poblados, así como la represión de la huelga general revolucionaria de 1934, en Asturias, o las dificultades que tuvo Queipo de Llano para aniquilar a los sindicalistas sevillanos, le hacían sopesar la posibilidad de resistencia en edificaciones. El propio Mola ya había fracaso en la primera ofensiva de Madrid, gracias a lo cual Franco había conseguido, con engaño, la ilegítima Jefatura del Estado rebelde. La extorsión con la que la había conseguido, obstaculizar el apoyo al asalto de Madrid, suponía la desaparición del factor sorpresa, del factor empuje, y dar tiempo a los constitucionalistas para que preparasen la defensa de su capital. El aplastante bombardeo artillero y el ametrallamiento de las posiciones republicanas desde los cazas FIAT y Heinkel, desmoralizaban a los milicianos, ante tal demostración de superioridad armamentística.

 

Y esto incluía a los militares profesionales que les acompañaban, que no tenían mayor experiencia en combate, ni siquiera en el mando de tropas, ni en maniobras: el ejército español estaba tan descompensado, había tal exceso de oficialidad, jefatura y generalatos, a pesar de la reducción llevada a cabo por Azaña, una de las causas de la sedición militar, al considerar amenazados sus intereses corporativos, que la mayoría de ellos vegetaban sin ocupación cierta, sin mando ni otra ocupación militar, salvo lucir el uniforme. Todo ello, unido a la mutua desconfianza, e incluso desprecio, entre milicianos y militares, había llevado a un repliegue casi caótico desde Extremadura. Muchos puestos de mando se retiraban sin avisar a sus unidades, por lo que éstas quedaban frecuentemente copadas. Téngase en cuenta que, en esta época, las comunicaciones eran muy deficientes. Esto también se reflejaba en que las órdenes no estaban en consonancia con la situación real, por lo que, simplemente, se incumplían. Para Cipriano Mera, las peleas entre los mandos militares, por cuestiones personales o de prestigio, serían risibles, en un ambiente distinto a la tragedia que se vivía. Claro, que era la visión de un jefe miliciano anarquista, siempre dispuestos a criticar cualquier símbolo de poder, más aún del estamento militar. Los alemanes informaban a los suyos que en Madrid no había comida, defensas antiaéreas ni fortificaciones, que los milicianos poseían fusiles viejos de diferentes calibres, y muy pocas ametralladoras aptas para su uso, todo lo cual, excepto la comida, era completamente cierto. Los cazas Dewoitine de que disponía la República, a pesar de ser lo último que habían fabricado los franceses, carecían de armamento, coraza y capacidad acrobática para enfrentarse a los FIAT y a los Heinkel.

 

Menos aún los bombarderos Potez, que, siendo lo último que habían fabricado los franceses, ya estaban antiguos y completamente obsoletos. El General Carlos Masquelet elaboró un plan de defensa de Madrid en cuatro escalones concéntricos. El primero, a 30 kmtrs. de Madrid, pasaba por Navalcarnero, Batres, Griñón, Torrejón de Velasco y Valdemoro. El segundo, a 10 kmtrs. del anterior, pasaba por Brunete, Villaviciosa, Móstoles, Fuenlabrada y Pinto. El tercero, a 10 kmtrs. del anterior, pasaba por Villaviciosa de Odón y el Cerro de los Angeles. El cuarto, a la entrada de la ciudad, incluía fortificaciones en Pozuelo, la Casa de Campo, Campamento, Carabanchel, Villaverde y Vallecas. Sin embargo, como ocurriría con el denominado “Cinturón de Hierro” de Bilbao, no había capacidad para fortalecer líneas continuas. Así lo demostraba el reconocimiento aéreo. Como un ejército móvil, como el franquista, estaba demostrado que utilizaba preferentemente las carreteras, en ellas la defensa estaba reforzada. De todo lo cual, se desprende que su objetivo no podía ser la detención de la ofensiva, sino meramente su dilación ¿Hasta cuando? Tal vez hasta que se produjese un cambio providencial en las relaciones internacionales. Y la providencia iba a llegar de manos comunistas. El asalto franquista siguió tres vectores. Desde San Martín de Valdeiglesias hacia el Este, en dirección a Pozuelo. Desde Santa Cruz hacia el Nordeste, en dirección a Navalcarnero. Pero, como el reconocimiento aéreo demostraba que se trataba de un punto fortificado, a mitad de camino se bifurcaba superándolo hacia Móstoles. La línea principal partía de Toledo, en dirección Norte.

 

Como los reconocimientos aéreos mostraba que la carretera a Madrid esta defendida, se subdividía en dos columnas, a ambos lados de ella, que convergerían en Illescas, volviendo después a separarse en dirección a Leganés y a Villaverde. El retorcido Franco encomendó la responsabilidad de la operación a Mola, que aportaba 10.000 requetés, falangistas, tropa de reemplazo y militares profesionales, pero dejaba al sumiso Varela las tropas africanas, lo que le aseguraba el control de todo. Que dudaba de lo que podía ocurrir lo demuestra el hecho de que incorporase a Yagüe, aunque con papel secundario. Así continuaba el castigo impuesto por su negativa a dirigirse a Toledo, en vez de a Madrid, pero podía aprovechar sus dotes tácticas. El 10 de octubre Largo Caballero decretó la creación del Ejército Popular, basado en 6 Brigadas, experimentando una novedosa teoría militar soviética, que no se asumió en su país hasta después de la II Guerra Mundial., según la cual las Brigadas eran más móviles, manejables y adaptables al combate que las clásicas Divisiones, de mayor número de efectivos. Los romanos habían llegado a la misma conclusión dieciocho siglos antes, sustituyendo la organización en legiones por la de cohortes, milicias y manípulos, de donde proviene el verbo manipular. Cuatro de los jefes de dichas Brigadas eran comunistas, y fueron escogidos del 5º Regimiento de las Milicias Populares, creado por el PCE. En realidad el núcleo de dicho nuevo ejército, de las seis Brigadas, fue tomado del referido 5º Regimiento. Lógicamente eso suponía la desaparición del mismo, a lo que el PCE, coherente con sus peticiones de unificar el mando (en paralelo a lo que había ocurrido en el bando fascista) y reconstruir un ejército, no opuso ninguna resistencia.

 

Muchas voces, sobretodo fascistas y anarquistas, continúan insistiendo en que su intencionalidad era controlar todo el Estado. Pero, si hubiera sido así, hay que reconocer que era un método arriesgado, puesto que, al diluirse dicho 5º Regimiento, también se diluía su poder, su control: hubiera sido más seguro oponerse a tal disolución, seguir creciendo por separado, lo que garantizaría el dominio absoluto de todas las fuerzas que hubieran conseguido. Enrique Líster, el jefe de dicho 5º Regimiento, pasó a ser el de la 1ª Brigada. Se sigue repitiendo que hubo una distribución sectaria del material soviético, en beneficio de los comunistas. Desde el punto de vista militar la concentración de dotaciones en las unidades de mayor eficacia es un fundamento incontrovertible.

 No está justificado diseminar las mejores armas entre todas las unidades, incluso las que permanecían a la defensiva, en posiciones estáticas o escenarios pasivos, aletargados. Lo lógico es concentrarlas en unidades móviles que asuman la responsabilidad de iniciar la acción, los ataques, abrir brecha y explotar el éxito, prolongando la ofensiva hasta penetrar profundamente en la retaguardia enemiga, o realizar movimientos envolventes o de embolsado. La diseminación de efectivos, anulando la reserva, la fuerza de maniobra, consolidando la defensa estática, se critica como el mayor error alemán el El-Alamein, mientras el Mariscal de Campo Rommel estaba en Berlín sufriendo una operación de úlcera de estómago. La única alternativa posible era favorecer a los voluntariosos, aunque indisciplinados, anarquistas, que no se recataban de repetir que la guerra civil era la mejor oportunidad de ocupar el poder y hacer la revolución ácrata, disolver el Estado. Luego no había alternativa. Distinto es el análisis, no desde la perspectiva militar, sino las consecuencias políticas que ello supuso.

 

Se dice que, a veces, los jefes de Regimiento tuvieron que afiliarse al PCE para recibir armas y asistencia sanitaria. Tal vez, a partir de dicha afiliación, su unidad pasaba a desempeñar tareas ofensivas, en primera línea, contando con la fidelidad y disciplina que se suponía que el PCE imponía a todos sus integrantes. O que los comunistas aprovecharan la oportunidad de la entrega de armamento para convencer, o extorsionar, para aumentar su implantación en el nuevo ejército. O que los nuevos inscritos utilizaran tales argumentos para justificar el paso que habían dado. Por lo tanto, se debe ser cauto a la hora de aceptar tales arcaicos y simplistas planteamientos. Frecuentemente los asesores soviéticos tomaban decisiones sin informar a los mandos españoles. Especialmente el comandante de las fuerzas acorazadas, el General Pavlov, apodado Pablito, o el de la fuerza aérea. Es propio de los rusos, y de todos los orientales, el secretismo, la ocultación, la desconfianza y el desprecio hacia los occidentales. Hay que tener en cuenta que se partía de la base de que la información llegaba a los franquistas, se filtraba, había traidores entre los mandos militares, profesionales, que quedaban en el Ejército republicano, y fantasmas demoníacos sobre la doblez de anarquistas y trotskistas, si bien era notorio que aquellos eran unos deslenguados, que informaban en asambleas las previsiones militares, las cuales, finalmente, era inevitable que acabaran en charlas de tabernas, cuando se alcanzaba el nivel adecuado de alcohol. Prieto se tomaba a choteo la falta de información que tenía como Ministro del Aire. Araquistáin, también del PSOE, consideraba que el General ruso Smuchkevich, apodado Douglas, actuaba como si fuese el auténtico Ministro del Aire.

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2 Responses to La internacionalización de la guerra española

  1. Agustín says:

    Agradezco su opinión a mi artículo, no voy a discutir mi mayor o menor información sobre los temas que trato, pero si creo que su atención merece una respuesta.
    Querer es el primer movimiento en el esfuerzo de conseguir, que obtener resultados sea posible o no, dependerá de otros muchos factores.
    Ni me considero populista, ni entiendo que su formada opinión, considere ni de pasada la posibilidad de que los atentados y desgracias a als que se refiere en su exyenso comentario fuesen deseadas o permitidas por los que tan crudamente critica.
    Por supuesto mantengo mi opinión, al asegurar que la actitud posibilista y conciliadora del señor Zapatero, ha ayudado y mucho a que ETA siga contando con medios y posibilidades para continuarsu "guerra".
    Doy gracias a Dios de que podamos intercambiar este comentario, sin acritud y con el máximo respeto.
    Le felicito por su blog.
    Un saludo. Agustín Embuena

    • raromerol says:

      Estoy revisando los comentarios: muchas gracias por el suyo. Para que dos personas puedan intercambiar comentarios sin acritud es preciso que los tiempos y, al menos, uno de los interlocutores, sean tolerantes. En este caso creo que usted cumple perfectamente tales espectativas. Para mí ha sido un honor despertar el interés de alguien tan relacionado con el periodismo de calidad, de los tiempos en que el periodismo era una profesión motivo de orgullo. Y más aún que este blog o lo que quiera que sea, haya merecido su felicitación. Pues la verdad es que sólo caben dos opciones: o permitieron que, con todo lo que sabían que se estaba preparando, sucediera, o son tan rematadamente inútiles que no supieron impedirlo, con lo cual considero absolútamente peligroso darles otra oportunidad para dirigir el país, darles más opciones a que hundan más prestigios, corrompan más, o batan marcas históricas en contaminación ambiental, accidentes ferroviarios, metropolitanos o ataques terroristas.

      En esta última cuestión, el tiempo (que acaba poniéndolo todo en su lugar) ha demostrado que tanto usted como yo estábamos equivocados, que el PSOE, frente a lo que cabía esperar, en este terreno ha conseguido el mayor triunfo de la Historia, impulsando a los terroristas a que comiencen a comulgar con el respeto a las decisiones, democráticas, de la mayoría. Esperemos que no haya vuelta atrás por parte de los que se creen iluminados por los dioses, que son más listos que los demás.

      En todo caso, si llega a su conocimiento esta respuesta, sepa que se ha ganado mi afecto.

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